Soledad esparcida en el mismo aire, en la misma casa. Cada cuál lleva esa soledad a su manera. Miran por la misma ventana, pero no ven lo mismo. El amor se quedó entre las paredes que ahora usan para ocultarse el uno del otro. Hasta procuran no mirarse cuándo se sientan a comer a la misma mesa. Aquél hogar que construyeron ahora es una cárcel con los muros demasiado gruesos. Demasiadas vueltas de llave tiene el candado que los encierran. Él, se hace el tonto y hace cómo que no se da cuenta. Ella, que ya no cree en el amor, lo busca en los libros. Se los inventa. La ilusión se ahogó en una cama que ya no usan. En unas sábanas que permanecen guardadas en el ultimo cajón de la cómoda. Ni siquiera los cigarrillos que fuman, son del mismo paquete. Hasta la ropa en el tendedero las tienden aparte. Una cuerda para él y otra cuerda para ella. Y se callan. Y aquello los hace cobardes. Los cepillos de dientes, permanecen juntos en el mismo vaso, pero se los cepillan a horas diferentes. Para no coincidir en un baño que ahora se volvió pequeño. Y a ella le duele la espalda por cientos de noches en el sofá. Y se levanta y el crujido que siente, sabe que viene de su alma. Él se levanta, la mira de soslayo y ella piensa que le quedan por delante demasiadas horas para que llegue la noche. Saca el set de manicura y empieza a pintarse las uňas, mientras piensa en lo siguiente que hará para hacer más cortos los minutos, en aquél maldito reloj que ultimamente parece no funcionar. Y guarda en uno de los bolsillos de su corazón, las ganas de gritar qué puta vida están viviendo. Ayer se tatuó una mariposa. En honor a todas aquéllas que murieron hace mucho tiempo ya.
Jugueteaba con la bastilla de su vestido, la agarraba, se la enrollaba entre los dedos para luego soltarla y alisarla con la mano con absoluta parsimonia.Llevaba rato haciendo lo mismo, sentada en su sillón con un mullido cojín en la espalda que hacía que su cuerpo se encorvara ligeramente hacia delante. De vez en cuando levantaba la cabeza y me miraba, entonces se ponía muy seria. Yo la miraba buscando en sus ojos algún sentimiento, algún pensamiento dicho en voz alta. Hacía tiempo que no hablaba más que alguna palabra suelta,sin sentido para mí aunque tal vez, con algún sentido para ella. No recuerdo el día en que su pelo se volvió tan blanco, ni de cuando su cara se surcó de arrugas, tampoco recuerdo cuando sus manos, antaño enérgicas y seguras se volvieron quebradizas e inseguras.Lo que sí recuerdo con total nitidez, es el día en que dejó de llamarme por mi nombre, recuerdo la primera vez que me miró y supe que me había convertido en una extraña para ella. Me echó al
Precioso,como siempre,tu sensibilidad a flor de piel..
ResponderEliminarAsí es. Yo diría que demasiado a flor de piel. Un beso Lunita.
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