No te atrevas a pedirme nada, porque nada me queda para darte. Te entregué tantas cosas de mí, que ya no recuerdo ni que fuesen mias. Perdí hasta la memoria. Al marcharte, todas aquellas cosas se quebraron como cristal. No puedo volver sobre mis pasos, porque seguro me haré pedazos los pies al pisar cada trocito de sentimiento que dejaste sobre el suelo. No, no te agaches y los intentes recoger. No, yo de ti no perdería el tiempo en tratar de unirlos como si fuesen piezas de un puzle. Ese pegamento que llevas en el bolsillo de tu abrigo, es demasiado poca cosa y carece de valor alguno.
Este es mi lugar, dónde las letras cambian mi mundo y me daré por satisfecha si mientras lees, cambio el tuyo. Sé bienvenido.