Mi voz no te llegó. Creí que sí. Pero no.Y ahora estás ahí, vestido de silencios que me hieren. De palabras muertas que me derrotan. Has vestido mi tarde de tristeza. Y mis colores los has vuelto gris. Que te herí. Lo sé. Pero fue por esta terquedad que a veces se desata. No hay cadenas que la aten. Lo intento, pero siempre se me escapa. Y me disculpé. Pero de nada me han servido las disculpas. Qué paradoja. Yo te herí con mis palabras y tú me hieres con tus silencios. Creí que no cerrarías la puerta. No oí el portazo. Y ahora no tengo la llave con la que abrirla. Se me ha debido de caer por algún sitio. No oí el tintineo que debió de hacer al caer. Tampoco encuentro el punto del camino, dónde me soltaste la mano. He regresado allí por si te encontraba. Y no están tus pasos. Hace viento y se han debido de borrar las huellas de tus zapatos. Recogiste el puente que cruzábamos y ahora no sé cómo llegar a ti. Si dejo que el orgullo hable, te dirá que no me haces falta para seguir vivien...
Este es mi lugar, dónde las letras cambian mi mundo y me daré por satisfecha si mientras lees, cambio el tuyo. Sé bienvenido.