Las palabras, hace semanas que están llenas de silencios. Silencios que gritan en mi interior y retumban en las paredes. Que condenado folio blanco, con su inmaculado color que tantas veces me mira y me hiere. Y que maldita la pluma que no derrama ni una gota de tinta. Hasta el tintero se secó. Ya no escribe sobre amores prohibidos, ni desamores. Ni sobre la soledad que emerge una y otra vez. Tampoco escribe sobre amores con final feliz ni sobre amores desgraciados. Se han secado los te amo y los te quiero. Se le fue la tinta como sangre emanando de una herida abierta. He intentado recogerla, pero lo único que he conseguido es poner todo perdido. Encima me toca limpiar el desastre ocasionado. En mis manos, quedan las huellas de ese tintero que tantas veces derrochó poemas en su nombre. A tu nombre. Que lo mismo escribía a la vida que a la muerte. Muerto el tintero y rotos los hilos que tantas letras unió en tardes como esta. El sol sigue entrando por mi ventana y la luna sigue espera...
Este es mi lugar, dónde las letras cambian mi mundo y me daré por satisfecha si mientras lees, cambio el tuyo. Sé bienvenido.