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Mostrando entradas de abril 22, 2014

Flores blancas, manzanas rojas

El reloj marca las cuatro y veintidós de la madrugada. Me pregunto dónde estarás ahora. Si tu conciencia, te deja dormir tranquilo. Me levanto de la  cama. Me duele la espalda, de tantas vueltas y vueltas. Ya te dije en su día, que teníamos que cambiar el colchón. Que barato te salió, romperme el corazón. Me pregunto, que ya que estabas, por qué no destruiste de paso, mi memoria. En la misma medida y forma. Aún tengo tus palabras, en los perfiles de mi alma. Se han quedado prendidas allí y no hay forma de que se descuelguen. Como mariposas cogidas con alfileres, en un cuadro. Que maldita soledad, a la que me has sometido. Resbala la condenada. Y una cosa que te digo. La soledad es vacía. Soledad. Nada. ¿No? No entiendo entonces, por qué me pesa tanto. El reloj marca las cuatro y veinticinco de la madrugada. Yo, y mi manía de no tirar nada. Guardo aún tus discos. Y me castigo cada día, porque soy incapaz de no escucharlos. Y tu cepillo de dientes. Con sus listas azules. Te