El reloj marca las cuatro y veintidós de la madrugada.
Me pregunto dónde estarás ahora. Si tu conciencia, te deja
dormir tranquilo. Me levanto de la cama.
Me duele la espalda, de tantas vueltas y vueltas. Ya te dije en su día, que teníamos
que cambiar el colchón.
Que barato te salió, romperme el corazón. Me pregunto, que
ya que estabas, por qué no destruiste de paso, mi memoria. En la misma medida y
forma. Aún tengo tus palabras, en los perfiles de mi alma. Se han quedado
prendidas allí y no hay forma de que se descuelguen. Como mariposas cogidas con
alfileres, en un cuadro.
Que maldita soledad, a la que me has sometido. Resbala la
condenada. Y una cosa que te digo. La soledad es vacía. Soledad. Nada. ¿No? No
entiendo entonces, por qué me pesa tanto.
El reloj marca las cuatro y veinticinco de la madrugada.
Yo, y mi manía de no tirar nada. Guardo aún tus discos. Y me
castigo cada día, porque soy incapaz de no escucharlos. Y tu cepillo de
dientes. Con sus listas azules. Te gustaba el azul. Eso me dijiste. Ya no sé,
si dudarlo. Y tu pijama. Ese que nunca te ponías, pero que te gustaba
conservar. Está en el mismo cajón donde lo dejaste. ¿Para que te dejaste estas
cosas aquí? ¿Para hacer más lento, el camino del olvido? ¿Para hacer más
doloroso, el duelo de tu marcha? No lo acabo de entender, la verdad.
El reloj marca las cuatro y veintisiete de la madrugada.
Hoy he ido al mercado ¿Recuerdas? Al que íbamos, a comprar
la fruta y las flores. Tú, manzanas verdes y yo, manzanas rojas. Yo, flores
blancas y tú, flores rojas. Es cierto que nunca estuvimos de acuerdo, ni en
eso. Pero nos amábamos. O eso creía yo. Ahora no lo sé. Lo mismo, conmigo
estudiaste arte dramático y me usaste, para perfeccionar el guión de tu obra de
teatro. Se terminó la función y bajaste el telón de mi vida.
El reloj marca las cuatro y treinta de la madrugada.
Mira que pasa lento el jodido tiempo. El chico del mercado
me preguntó por ti. No supe decirle. Pero creo, que entendió mi silencio,
porque me dio manzanas rojas y flores blancas y me dijo que hoy, invitaba la casa.
Mira tú por donde que al final, hasta vamos a tener algo en
común, tú y yo. Me costó lo mismo ir al mercado hoy, que a ti… romperme el
corazón.
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