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Mostrando entradas de marzo 7, 2014

Tarde sin ti

Me pierdo en rutas inaccesibles y te llamo para sentir tu nombre. Camino por entre los callejones de la ciudad para buscar tus pasos. Tu voz no me alcanza y mi voz no te llega. Demasiada la distancia entre los dos. Ya no sé  a qué alma he de asomarme para hallarte ni en qué estación he de buscarte. La lluvia ha borrado las huellas que me llevaban a ti. La tarde cae por detrás de los cristales y no estás. Todo es silencio. Todo es ausencia. He colgado en una percha mi soledad y la he guardado en el armario. A ver si así deja de molestar. Ha estado saltando por el sofá, toda contenta ella campando a sus anchas. Hasta las letras están vacías si no estás tú. Nada vale, todo pierde su significado sin ti. El reloj ha desdibujado tu presencia. Duras y tremendas las horas ahora que no estás. Mi piel clama a gritos tu piel y mi boca calla, porque hasta las palabras se niegan a brotar. Tu olor se ha desvanecido por entre las rendijas de las persianas. Ni la tarde es tarde sin ti. Y para remate

La ladrona de mi ser

Anoche la tuve entre mis brazos. He de confesar que mi ego masculino deseaba hacerla temblar. Quería que muriese mientras pensaba en las mil y una forma de hacerla mía. Le cedí el paso para que ella pasara delante de mí y su nuca quedó a merced de mi boca. La besé mientras le susurraba que la quería. Pero deseaba saberla  rendida. Quería desnudarla de toda razón que le pudiese quedar. Mientras acercaba su cuerpo al mío con suavidad, el destino de mis dedos chocó con la cremallera de su vestido, que bajaba lentamente mientras mi lengua le quemaba su boca. Y temblaba, allí de pie, la sentía temblar cómo una hoja. Y me gustaba. Quería poseerla. Que no fuese capaz de desear nada más que no fuera el siguiente beso. La siguiente caricia. Y seguía temblado. Y me encantaba. Y vestí mi impaciencia de paciencia para hacer eterno cada momento. Manejaba yo la situación. Controlaba cada una de sus reacciones. Ella, no era capaz de hacer nada que no fuese entregarse sin medida. Sentí en ella aquel

Mariposas en blanco y negro

El sol entibia la cocina y los rayos piden paso tras las cortinas blancas de las ventanas. Mientras desayuna piensa en qué hará con todo eso que siente. Con cada sentimiento que crece cómo tallos imparables. Lo ama, de eso no hay duda. ¿Cómo no amar a alguien que prende de su pelo, horquillas de ganas, de impaciencia por tenerla y de amor a raudales? Lo ama, porque le crea un Olimpo y la convierte en diosa. Porque le pone una corona de sueños en la cabeza y la transforma en reina. Porque la ha convertido en la princesa del zapatito de cristal. Lo ama, lo sabe. Lo siente en el pecho, en las entrañas, en el torrente de su sangre. Lo quiere a morir. Y eso es lo malo, que se está muriendo. Cada vez pesan más los días sin él. Intenta ser fuerte pero hoy, el dolor se le derrama como arena entre las manos. Lo siente en el suelo cómo gotitas de cristal. Incluso puede oír el tintineo que produce cada dolor al caer. Es dura la espera. Eterna. Hay días cómo hoy, que no puede más, que siente que