Mi voz no te llegó. Creí que sí. Pero no.Y ahora estás ahí,
vestido de silencios que me hieren. De palabras muertas que me derrotan. Has
vestido mi tarde de tristeza. Y mis colores los has vuelto gris. Que te herí.
Lo sé. Pero fue por esta terquedad que a veces se desata. No hay cadenas que la
aten. Lo intento, pero siempre se me escapa. Y me disculpé. Pero de nada me han
servido las disculpas. Qué paradoja. Yo te herí con mis palabras y tú me hieres
con tus silencios. Creí que no cerrarías la puerta. No oí el portazo. Y ahora
no tengo la llave con la que abrirla. Se me ha debido de caer por algún sitio. No
oí el tintineo que debió de hacer al caer. Tampoco encuentro el punto del camino,
dónde me soltaste la mano. He regresado allí por si te encontraba. Y no están
tus pasos. Hace viento y se han debido de borrar las huellas de tus zapatos. Recogiste
el puente que cruzábamos y ahora no sé cómo llegar a ti. Si dejo que el orgullo
hable, te dirá que no me haces falta para seguir viviendo. Que puedo caminar
sin que estés tú. Que no me hace falta tu aire. Ni tu voz. Ni tu presencia. Que
te olvidaré pronto y que no regreses si no quieres. Que soy fuerte y que esto
no me vencerá. Si dejo hablar al corazón te dirá que te quiero. Que no quiero
desnudar madrugadas si no es contigo. Que me haces falta. Que te quiero en mi
vida. Aquí y ahora. Que busques la llave y abras la puerta. Que regreses al
camino dónde dejé de sentirte. Que vistas tus silencios de palabras que me
alcancen. Que vuelvas a darme la mano. Que te amo. Que vuelvas a poner el
puente en el lugar donde estaba.Y que no sabré qué hacer con tanta ausencia. Mi
voz no te llegó. Creí que sí. Pero no.
Jugueteaba con la bastilla de su vestido, la agarraba, se la enrollaba entre los dedos para luego soltarla y alisarla con la mano con absoluta parsimonia.Llevaba rato haciendo lo mismo, sentada en su sillón con un mullido cojín en la espalda que hacía que su cuerpo se encorvara ligeramente hacia delante. De vez en cuando levantaba la cabeza y me miraba, entonces se ponía muy seria. Yo la miraba buscando en sus ojos algún sentimiento, algún pensamiento dicho en voz alta. Hacía tiempo que no hablaba más que alguna palabra suelta,sin sentido para mí aunque tal vez, con algún sentido para ella. No recuerdo el día en que su pelo se volvió tan blanco, ni de cuando su cara se surcó de arrugas, tampoco recuerdo cuando sus manos, antaño enérgicas y seguras se volvieron quebradizas e inseguras.Lo que sí recuerdo con total nitidez, es el día en que dejó de llamarme por mi nombre, recuerdo la primera vez que me miró y supe que me había convertido en una extraña para ella. Me echó al
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