Ir al contenido principal

Mariposa tatuada

Soledad esparcida en el mismo aire, en la misma casa. Cada cuál lleva esa soledad a su manera. Miran por la misma ventana, pero no ven lo mismo. El amor se quedó entre las paredes que ahora usan para ocultarse el uno del otro. Hasta procuran no mirarse cuándo se sientan a comer a la misma mesa. Aquél hogar que construyeron ahora es una cárcel con los muros demasiado gruesos. Demasiadas vueltas de llave tiene el candado que los encierran. Él, se hace el tonto y hace cómo que no se da cuenta. Ella, que ya no cree en el amor, lo busca en los libros. Se los inventa. La ilusión se ahogó en una cama que ya no usan. En unas sábanas que permanecen guardadas en el ultimo cajón de la cómoda. Ni siquiera los cigarrillos que fuman, son del mismo paquete. Hasta la ropa en el tendedero las tienden aparte. Una cuerda para él y otra cuerda para ella. Y se callan. Y aquello los hace cobardes. Los cepillos de dientes, permanecen juntos en el mismo vaso, pero se los cepillan a horas diferentes. Para no coincidir en un baño que ahora se volvió pequeño. Y a ella le duele la espalda por cientos de noches en el sofá. Y se levanta y el crujido que siente, sabe que viene de su alma. Él se levanta, la mira de soslayo y ella piensa que le quedan por delante demasiadas horas para que llegue la noche. Saca el set de manicura y empieza a pintarse las uňas, mientras piensa en lo siguiente que hará para hacer más cortos los minutos, en aquél maldito reloj que ultimamente parece no funcionar. Y guarda en uno de los bolsillos de su corazón, las ganas de gritar qué puta vida están viviendo. Ayer se tatuó una mariposa. En honor a todas aquéllas que murieron hace mucho tiempo ya.

Comentarios

  1. Precioso,como siempre,tu sensibilidad a flor de piel..

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es. Yo diría que demasiado a flor de piel. Un beso Lunita.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Una de Caperucita

 - ¿Puedo hablarte o me vas a vacilar cómo siempre? - No sé. Prueba... - ¿Estás enfadada? - No. - ¿Y por qué estás tan callada, si tú no te callas ni debajo de agua? - Estoy pensando. - ¿Pensando en qué? - En como le irá a Caperucita con el conejo de Alicia y si seguirá viendo el país de las maravillas. - ¿ En serio piensas en eso? - No. - Que graciosa la nota ¿ Entonces? Algo te ronda la cabeza. - Pienso en el lobo. Tan feroz y no supo retener ni a una niña. Que infeliz ¿no? _ ¿No puedes dejar de vacilarme? - Me cuesta.Te me pones tan a tiro... - ¿ Cuándo será que te hable y me contestes amablemente? Sin pullas, sin que me vaciles. Sin hacerte la lista. Sin dártelas de sabelotodo. Conseguirás que deje de hablarte un día. - ..... ( Silencio). - Lo echas de menos. Te lo noto. Aunque no lo nombres. Aunque ya no seas la misma. Pero lo sigues extrañando. Es eso lo que te pasa. ¿Estoy equivocada? - No. No estás equivocada. - Que raro que me des la razón. Debes de esta...

Una sola mirada

Era octubre cuando por primera vez la vio. Tomaba café sentada a la mesa de una cafetería, por la que él solía pasar cada día para ir al trabajo. Desde ese mismo día, cada vez que llegaba a su altura, aminoraba el paso, para poder contemplarla mejor. Siempre tenía la cabeza agachada, una mano sujetando la barbilla y la otra escribía sin parar, en un cuaderno con las tapas en verde. Llevaba tanto tiempo observándola que se sabía de memoria cada detalle de ella. Cuando la dejaba atrás y hasta llegar al trabajo, rememoraba cada cosa que le gustaba de ella. Le gustaba su pelo negro y la forma en que le caía a un lado de la cara, mientras no paraba de escribir. Le gustaban sus manos, estaba seguro que estaban hechas para acariciarle a uno cada centímetro de la piel. Le gustaba la forma en que distraídamente, balanceaba una de sus piernas, casi de forma mecánica. A veces, pensaba en entrar, en hacerse el encontradizo con cualquier excusa, pero no se atrevía. Sólo de p...

Los guantes nuevos (Cuento de Navidad)

Las calles se engalanan y las luces de mil colores estallan en mi retina. La música que se desprende de algún sitio llega hasta mí. Villancicos de siempre, letras ya conocidas. La navidad no es como antes.  No hay gente cantando por las calles. Hasta el olor ha cambiado. Observo a las personas caminar, con la cabeza gacha y el andar apresurado. Siempre llevan prisa. Desde mi pedestal no hago otra cosa que mirar, observar. Apenas me ven, soy una estatua que se mueve por dinero. No es que me guste la Navidad, hace tiempo que dejé de creer en la magia que algunos creen que tiene. Pero me vienen bien esta fechas.  A la gente que no les preocupa nada ni nadie en todo el año, les nace un sentimiento pasajero, efímero y  bondadoso que les hace tirarme alguna moneda.  Ya está. Se van felices porque ese gesto callan sus conciencias.  Me miran con la lástima que en otro mes cualquiera cambian por desprecio. Me gusta la Navidad simplemente porque ...