Ir al contenido principal

Nada que hacer

- ¿ Y no hay nada qué hacer ya? No sé. Piénsalo.
- ¿ Hacer con qué?
- Ya sabes de lo que te estoy hablando. No te pases de lista conmigo, anda.
- ¿ Acaso cambia el caballo sólo porque le pintes rayas negras? No pasa a ser cebra por eso ¿no?
- Esa frase no es tuya, mística. Que te pones muy mística, hija.
- No. No es mía. La acabo de oír por la televisión.
- ¿ Aún te acuerdas de él?
- Claro.
- ¿Cuánto?
- No puedo ni decirlo. Supongo que mucho.
- ¿Supones?
- .......(silencio).
- ¿ Lo extrañas ahora mismo?
- No. Ahora mismo no. Siempre.
- ¿ Y por qué no se lo dices?
- Hay momentos en el día, esos momentos donde la nostalgia y el amor me puede, que me entran unas ganas enorme de gritárselo a la puta cara. Pero hay algo muy fuerte que me frena.
- ¿ Qué es eso tan fuerte que te pueda parar a ti? A ti. Que no te frena ni una flota de trenes de mercancías...
- Él y su maldita estupidez. Eso me frena.
- Vaya. Me acabas de dejar sin palabras.
- Mejor. Así no tengo que oírte. ¿ No tienes nada mejor que hacer? Callarte ¿por ejemplo...?
- Encima de mística, desagradable. Lo tienes todo...

( Yo, hablando conmigo misma...).

Comentarios

  1. Me alegra leerte y lo sabes, amiga mía...
    Siempre son tus letras ese café que mi mente necesita.

    Mil besitos mi querida amiga.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias mi querida amiga. Tengo que ponerme súper al día con mi blog. Pero tengo el ordenador en reparación y con el móvil se me hace muy difícil. Es algo que llevo como una espina. Muchas gracias por leerme y estar siempre aquí. Mil millones de besos y uno más!!

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Te llamaré Jota

Se levanta del sillón para alejarse de la soledad que está sentada enfrente. No la llamó y vino sin permiso para quedarse. La mira descarada y hasta parece que se ríe de ella. A su lado sentada está la tristeza, que la mira con esos ojos tan suyos. Se retan entre ellas a ver quién de las dos puede hacerle más daño. María sale y se sienta a la orilla de un mar que se imagina. Donde él vive no hay mar y por eso lo espera allí, sentada en la arena ahora fría mientras mira al horizonte. Se alejó de ella casi sin despedirse, sin darle tiempo a nada. Y la mata cada día con su ausencia. Ella lo llama a cada instante pero se volvió de granito y no la escucha. Se tapa los oídos porque no quiere escucharla. María lo esperará siempre aún consciente de que él jamás regresará. Y llora cada vez que piensa en él. Y suplica para que el dolor que siente en el corazón se le vaya. Y ruega en voz alta y en voz callada que la suelte. Que es su mano la que fuerte y

Se le olvidó mi nombre

Jugueteaba con la bastilla de su vestido, la agarraba, se la enrollaba entre los dedos para luego soltarla y alisarla con la mano con absoluta parsimonia.Llevaba rato haciendo lo mismo, sentada en su sillón con un mullido cojín en la espalda que hacía que su cuerpo se encorvara ligeramente hacia delante. De vez en cuando levantaba la cabeza y me miraba, entonces se ponía muy seria. Yo la miraba buscando en sus ojos algún sentimiento, algún pensamiento dicho en voz alta. Hacía tiempo que no hablaba más que alguna palabra suelta,sin sentido para mí aunque tal vez, con algún sentido para ella. No recuerdo el día en que su pelo se volvió tan blanco, ni de cuando su cara se surcó de arrugas, tampoco recuerdo cuando sus manos, antaño enérgicas y seguras se volvieron quebradizas e inseguras.Lo que sí recuerdo con total nitidez, es el día en que dejó de llamarme por mi nombre, recuerdo la primera vez que me miró y supe que me había convertido en una extraña para ella. Me echó al

La alianza y la copa

Ha guardado la alianza de matrimonio en una copa que tiene dentro de un mueble. La ha guardado a hurtadillas, como una ladrona. En su lugar se ha puesto un anillo de plata para tapar la marca que le dejó. También para no sentir ese vacío que le ha dejado en el dedo. Con el anillo guarda los restos de un matrimonio roto. Guarda los recuerdos de un amor que un día fue profundo e inmenso. Deja en aquella copa los restos de un amor que se fue yendo a la deriva poco a poco y acabó naufragando. No quedan rescoldos de aquel fuego que un día existió. Ni siquiera recuerda cuándo y qué viento apagó aquella hoguera. Juró amarlo siempre... pero la palabra siempre se ha convertido en demasiado tiempo. Incluso hay un árbol en algún lugar donde ella marcó sus nombres dentro de un corazón, donde ponía Amor Eterno. Lo mira y siente una culpabilidad que la desgarra por dentro, pero se mira al espejo y se repite una y mil veces que ella no es culpable. Es como coger una rosa y qued