Siete de
la mañana. Pienso en ti y no sé por qué, tengo la sensación de que voy a
terminar en el infierno bailando con demonios con los un día bailé hasta un
tango (mira si los conozco). Y la sola idea me hace desear salir corriendo,
pero no suelo correr tan temprano (bueno, no suelo correr nunca). Pienso en ti
y en la calma que te precede, calma ( demasiada para mi inquietud, por cierto)
que es como agua que va filtrando implacable erosionando a la roca ( y no sé si
me hace gracia, yo no me río). Siete y diez de la mañana. No traes
promesas en la boca (que mírame, ¿qué promesas a estas alturas me voy a creer
ya?) ni me vendes mundos de humo ( solo me gusta el de la chimenea, pero si
tenemos en cuenta que no tengo,…). Y a ratos quiero sentir ( aunque me cuesta
tela), que hay algo más allá de las ruinas de un desamor que me crujió hasta
las venas, de tu soledad ( barrera infranqueable para mis fuerzas) y de la
tristeza que transpiran por mi piel y por la tuya ( que también y ¿ por qué
no?). Siete y diecinueve de la mañana. Quiero irme. Hoy y ahora ( y no volver
la vista atrás, ni la memoria, ni las ganas de ti, ni las ansias por ti). Siete
y treinta de la mañana. Te extraño. Ocho y quince de la mañana. Te extraño.
Nueve cuarenta de la mañana. Te extraño ( y así todo el día,...)
(19/05/2015)
(19/05/2015)
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