¿Y qué tenían en común, sin embargo?. Ella era de
prisas y él era de lentos. Ella moría por y con la música y él no era de
escuchar mucha ( la verdad). Él era de sol y a ella le quemaba la piel el
mínimo toque de rayo del astro rey. Ella era tan nerviosa que ponía en jaque la
tranquilidad de él y él era parsimonioso ( o eso aparentaba) que la ponía aún
más nerviosa. Ella regalabas risas ( y a veces sin motivos) y él las dosificaba
( no sé con qué motivo). Ella era de parques y él de aceras. Ella era solitaria
( a la fuerza) y él era solitario ( porque le daba la gana). Los dos eran de
cafés (eso sí), pero descafeinado y con sacarina ( para él) y con leche y dos
de azúcar ( el de ella).En cambio sí que se parecían en algo ( ahora que lo
pienso). Los dos encerraban palabras llenas de palabras en los mundos ( que no
en el mundo, porque eso era quedarse corto) en sus ojos. Y entre el callado no
me quiero ir ( de él) y el silencioso no quiero que te vayas ( de ella),
vinieron a coincidir entre la barbilla de ella (que no en la nuca) y la boca de
él ( que también). Un beso vestido de una casi noche de sábado, de torpeza de
adolescentes ( y eran adultos), la timidez de él (encantadora a veces y a
ratos) y la ternura de ella ( o la pasión escondida, de por eso de no sigo más
por si acaso…).
(17/05/2015)
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