Y me perdí paisajes por estar mirando hacia ti. Y me perdí
canciones por estar escuchando tu voz. Y me perdí caminos por estar siguiéndote
a ti. Y yo creí que ganaba, pero no. Perdía y perdí. Tantas palabras que se
quedaron entre esa puta conciencia de la que careces y entre mi alma tan idiota
aún herida. Y que ganas tengo de verte venir un día, solo por el lujo de
partirte la cara a desprecios. Que sé que ni eso siquiera mereces, pero oye,
dormiría bien esa noche. Tantos mal nacidos repartidos por el mundo y me tengo
yo que topar con uno. ¡Vaya por Dios! Ignoro si lo que me provocas es pena o
asco. Llevo tu recuerdo pegado a las paredes del estómago. Sabor a hiel que me
sube a la maldita garganta. Como alguien vuelva a llamarme princesa alguna vez…
lo mato. Y no es advertencia. Es una clara amenaza.
(06/03/2015)
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