Y juro por mi vida que la quería a morir, pero no debí
hacerlo bien porque la he perdido. Y con ella se me han ido los días en que me
creía el rey de su vida. Fui derramando gota a gota y sin darme cuenta, la hiel
de mis errores por las piedras que formaban nuestro amor, hiel que ahora me he
de beber sorbo a sorbo. Y amarga. No solo en el paladar sino en el alma. Y ya
no sé que hacer para recuperarla, ni que palabras pronunciar para que vuelva.
Se ha convertido en ventanas cerradas de hierros forjados a cal y canto. Y no
sé como llegar a ese corazón que hasta no hace mucho, latía por mí. Y me mata
los recuerdos de su respiración tranquila cuando dormía segura junto a mí. Y el
recuerdo de su piel a la que tantas veces dibujé lienzos de caricias
interminables. Y Agonizo con el recuerdo de su boca que me brindó tanto amor
escondido entre besos tiernos a veces, salvajes otras. Y lo peor es, que
presiento que no es que me esté muriendo ya, sino las veces que moriré día tras
día. Eterna agonía de no tenerla. De haberla perdido. Y vivir sin ella, no es
vivir. Matrícula de honor para mí, por mi necedad. Matrícula de honor para mí,
por haberme dado cuenta tarde. Si alguien la ve por ahí, díganle que la amo.
Que fui un estúpido pero que la amo. Que siempre la amé. Y que me niego a
cumplir la condena de su ausencia. Aún sabiendo... que ya la estoy cumpliendo.
(12/02/2015)
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