¿Qué no entiendes ahora y a estas alturas de la vida? Voy a
decirte algo y espero que te quede tan claro que no tengas la osadía de
volverme a molestar. No porque considere que merezcas un minuto de mi tiempo. Digamos
que lo hago por educación. O tal vez, por aquello que un día sentí por ti.
Te amé por entero. Amé con absoluta locura todas las cosas
de ti. Las buenas, las regulares y las no tan buenas. Perdoné cada hora que
desaprovechaste y que amargabas. También te perdoné aquellos momentos en los
que tu indiferencia se cruzaba por la esquina de mi amor. Solo se cruzaban.
Pasaban de largo sin pararse a mirarse. Perdoné las ciento cuarenta y tres
veces que me ofendiste con palabras en forma de dardos envenenados que usabas
para descargar tu mal humor. Olvidé las ochenta y cuatro noches que dormiste en
el sofá dejándome sola en una cama que era demasiada grande para mí sin ti.
Guardé en el cajón del olvido los doscientos veinticuatro besos que no me diste
al irte a trabajar .Muchas veces me preguntaba dónde se fue el hombre que conocí.
El de los besos eternos que quemaba con su lengua hasta el centro de mi alma.
El de las flores blancas al lado del café de las mañanas. El de las frases en
cualquier papel y a cualquier hora. El que me hacía reír con sus tonterías de
turno a cualquier hora del día. El que le costaba un mundo volver al lunes
porque le quedaban horas por delante de nos vernos. No sé. Fue un visto y no
visto. Desapareció por arte de magia. Y aunque me dejé la piel en hacer que
regresase, nunca más volví a dar con él. Y me encontré en una cocina tomando
café a solas. Y el sofá, aquel punto de encuentro tan apasionado antaño para
nosotros, se convirtió en isla desolada por un temporal de frialdad. Y me
dejaste olvidada a merced del tiempo que corría en tu contra. Y me fuiste
perdiendo minuto a minuto y no te diste cuenta. Y la soledad fue emergiendo en mí
y cada día me ahogaba más. Nunca me sentí tan sola estando en compañía. Y el
amor que te tenía, ese inmenso amor por ti se fue desdibujando en las calles de
tu desidia. Muchas veces fui a buscarlo, pero desaparecieron hasta las
esquinas. Nunca pude regresar porque se perdió el camino. Las tardes de cine
desaparecieron. Y mis sonrisas se rompieron de tal forma que ya nunca pude
volverlas a reconstruir. Y la niña que era, vivía escondida en unos ojos y cara
de mujer que no reconocía al mirarme al espejo. Ahora que me paro un poco a
pensarlo, mira que le pusiste ganas a perderme. Dejaste de erizarme la piel
para espinarme la ilusión.
No sé qué es lo no entiendes ahora. No te debo ninguna
explicación. Nadie ocupó tu lugar. Si te duele verme de la mano con otro no es
mi tiempo de explicar. Es tu tiempo de entender.
El amor es un ser vivo, que si no se le cuida, se debilita, enferma y muere. Hermoso texto el tuyo, que recorre el camino que tuvo que sufrir el idilio de la protagonista, hasta llegar a su fin. Y la frase que corona, tanto el título, como el último renglón de tu obra (Es tu tiempo de entender) te quedó de lujo.
ResponderEliminar¡Saludos!
Gracias Juan Carlos por leer y comentar. Saludos para ti!!
EliminarSi yo fuera una mujer estaría desesperada. La existencia de buenas mujeres excede mucho de los
ResponderEliminarhombres que las merecen.
Un beso y gracias por el me gusta.
Gracias a ti. Aunque ahora no recuerdo por qué me da las gracias ni a que me gusta te refieres. Si tuvieses la amabilidad de recordármelo... ( No dudo que fuera lo que fuera, me gustara). Saludos!!
EliminarJajajajaja, ahora tampoco lo recuerdo con exactitud, pero sería algún comentario en el face de Maite Navarro o en el mío. Tenemos a Maite como amiga común en facebook.
EliminarAhora sí que sí. Recuerdo haberte visto por face. Gracias!!
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