Es en este momento, cuando me toca coser el camino que se
deshilvanó cuando ella se fue. No la pude retener conmigo. Me dejó el eco de su
partida, en cada trozo de corazón roto y aún con el corazón totalmente
deshecho, la añoro a rabiar. No he dejado de amarla aún y no sé si podré dejar
de hacerlo algún día.
Me toca arrancar cada día a sangre fría la costumbre de
tenerla. Mi piel la nombra y mis manos la extrañan. Me arden los ojos de no
verla y mis labios quedaron huérfanos de sus besos. Mi cuerpo es un desierto
árido y seco sin ella. Le hace falta a la mitad de mi cama. Le hace falta al
mundo que vivía con ella.
Esa mujer, se ha convertido en el estribillo de mi vida y se
repite una y otra vez en mi cabeza. E inunda mis noches con su recuerdo sin
piedad alguna. Y llena mis días de tristeza absoluta.
Me deshago cada día sin ella y me toca volver a construirme
cada tarde. Para deshacerme otra vez por las noches y rehacerme de nuevo en
cada amanecer. Es un círculo vicioso y doloroso que me hace desear morir.
No sé que tiempo llevo así, para mí que son como mil
eternidades. Mi camino sin ella no es camino, es un laberinto donde termino
siempre perdiéndome. Fui pésimo siempre con la orientación.
Quiero arrancarme de cuajo su presencia de mi memoria, pero
no puedo. Lo intento. Y no puedo.
He pensado disparar a bocajarro a cada uno de los recuerdos
que me torturan. Pero temo que mi mala puntería haga que una de las balas...
termine matándome a mí.
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