Martes, seis de mayo. No importa que no estés aquí ahora. Porque
dejaste preñada mis sábanas, de tu olor. Mi cama, contiene desde el primero,
hasta el último de tus gemidos. Y quedaron derramadas tus ganas y mis ganas. Habitan
en cada rincón, los suspiros y los te amo, dicho desde lo más profundo de tu
garganta.
No importa que no estés aquí ahora. Porque mis oídos aún
conservan, el sonido de tu voz. Y mi piel, guarda con celo, las huellas de tu
piel. En mi boca permanecen tus besos, húmedos y cálidos. Y en mi cuello,
lienzo blanco para ti, aún siguen
dibujados los trazos, que tu lengua pintó.
No importa que no estés aquí y ahora. Porque solo he de
cerrar los ojos y hallarte. Volverte a vivir. Colmaste la madrugada de manos
entrelazadas, de caricias grabadas a fuego lento, de deseo desmedido. Has
tatuado los senderos de mi memoria, de recuerdos que utilizo para que tu
ausencia, no acabe conmigo. Y llevo los bolsillos llenos de tus te quiero. Lo mismo,
los coso para que no se escape ninguno.
No importa que no estés aquí ahora. Eso me digo a mí misma,
una y otra vez. Pero es mentira. Sí que importa. Y duele. Las horas se hacen
eternas, en este maldito reloj de arena, que no camina. Y tu ausencia, son
flechas lanzadas contra mí. Aciertan todas. La noche es demasiada corta y el día,
demasiado largo. La luna pronto se esconde y el sol permanece más tiempo, del
que quisiera.
Martes, seis de mayo. Quiero que estés aquí y ahora. Me pesa
este estar sin ti, hasta en las cuerdas vocales, porque llevo cada una de las sílabas
de tu nombre, adherido a ellas.
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