Hay tantas cosas que me callo.
Me callo, que sin ti la vida es solo una función de teatro,
con marionetas rotas y el telón deshilachado. Que el tiempo que estoy sin ti,
es agua que se infiltra hasta en la piel de mis pulmones. Que te has convertido
en mis momentos más dulces, pero a veces eres el vino fuerte y amargo que me
quema y me amarga el paladar. Imposible de mantener en la boca y tragar.
Me callo, que no soy junco en el río al que ningún viento le
sopla. Que no tengo su fuerza. Que le haces falta a mis horas, a mi habitación,
a mi pluma, a mis letras, a mi inspiración y a mi cama. Que te quiero en mi
aire, en mis manos, en mi sofá, en mis deseos callados y gritados y en mis
cuadernos de notas.
Me callo que le haces falta a mi llanto, a mi rabia, a mi
soledad, a los días de mi semana, a mi calendario y hasta a la página marcada
del libro, que no soy capaz de terminar de leer.
Me callo, que muchas
son las mañanas que me pesan tanto, que no puedo ni retirar las sábanas para
levantarme. Que los rayos de sol, a veces me rasguñan y me hiere la dermis y la
epidermis. ¡Ay, amor! Si supieras las palabras que me callo para no matarte a
ti y de paso no morir yo.
Me callo, que las lágrimas que me guardo son océanos enteros,
comparados con las lágrimas que vierto, cuando bajo la guardia en la que me
amparo. Soy barco encallado en la orilla de mi vida. Escaparate vacío, en las
aceras de esta impotencia que ocupa hasta el último rincón de mi espacio.
Me callo que le haces falta a la sal de mis playas, al aire
de mi tierra, al azul de mi cielo, al
césped de mis parques y a las briznas de mi aliento. ¿Cómo te digo que me anudo
mil veces el corazón… para callarme lo que me callo?
Comentarios
Publicar un comentario