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No desvistas a una rosa

Siéntate amor. Te llamo así, porque aún eres mi amor. Y mírame a los ojos. Pero mírame, con los ojos del corazón. Y guarda por un momento, ese dolor que sientes.  Arroja la rabia por la ventana, el viento se volverá tu cómplice y, hará que desaparezca. También haré yo lo mismo. Y oye bien, lo que te voy a decir. No me pierdas. No dejes que me vaya. No me apartes, con tus palabras. No me llenes de vacíos. Que se me da muy mal, llenarlos. Nunca encuentro nada que ocupen esos lugares. Soy un desastre para eso. Lo admito. No colorees, mi amor de gris. Que ese color, no me gustó nunca. Mira las flores de la mesa. Se deshojan cómo yo. No puedes volver a vestir a una rosa, una vez ha tirado su traje de pétalos al suelo. Por más que lo intentes ¿Lo has intentando alguna vez? Es misión imposible.  No me guardes en el filo de tu boca y, calles mi nombre. No lastimes más, lo que ya está lastimado. No abras las heridas, que ya están abiertas. No hagas que me levante y que me vaya. Porque si me voy, ya no regresaré. No miraré atrás. Así muera en el intento de querer volver, no desandaré mis pasos. Haz de saber, que no soy mujer de regresos. En el armario, tengo colgado de una percha, un vestido de orgullo que uso para estas ocasiones. Por cierto, hace poco lo llevé a la tintorería. Nunca sé cuándo lo voy a usar y, me gusta que esté impecable. Soy muy maniática para eso. Tengo hasta el bolso y lo zapatos a juego. No permitas que me lo ponga. Porque si me lo llegase a poner, me perderías para siempre. Y el amor que sentimos pasará a ser, amor olvidado. El tiempo se encargaría de borrarlo. A costa de nosotros mismos. Y será, como no habernos amado nunca.  Piénsatelo bien. Te dejo unos minutos para que lo medites. Y recuerda. Una rosa, no se viste una vez, ha sido desvestida. Tú dirás, amor…

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