Ir al contenido principal

Guerrero vencido



Esa mujer me gusta. Espero el momento preciso. Soy cazador furtivo y ella mi presa. La conozco bien. Intenta controlarse, pero sé que no puede. Tengo una carta a mi favor. Y la uso sin darle tiempo a reaccionar. Mi voz. Sé que el tono de mi voz, la descontrola. Fierecilla domada, en cuestión de segundos. Le hablo y la envuelvo. Me meto en su oído. Y hago viajar el sonido, hasta el mismo centro de su alma. Me gusta también su alma. Siento como se para su pulso casi, en el intento fallido de no caer rendida ante mí. Mujer, de batallas continuas. Le gusta pelear, pero las armas que usa, son de papel frente a las mías. Hojarasca seca entre mis manos. Es guerrera vencida, porque no le doy cuartel alguno. Y me apodero con paso firme de su espacio. De su cama. De sus sábanas. Y de las palabras que no le salen. Y me adueño de sus silencios delatores. Y mis manos entrelazan las suyas, mientras me muevo dentro de ella y con ella. Y mi cuerpo, aprieta fuerte ese cuerpo al que amo. La quiero. La deseo a morir. Y libro batallas con el tiempo, para  hacer eterno el momento. Y su piel, es campo erizado a merced de mi piel. Y la convierto en compañera de viaje, de mi propia respiración. Al unísono de la mía. Y me hago cazador de cada uno de los movimientos de sus caderas. He de confesar, que no soy tan implacable. Porque cuando oigo mi nombre, una y otra vez, asomado a las puertas de sus gemidos…el guerrero vencido soy yo. Y arrojo cada una de mis armas, a los pies de esa mujer, que me tiene cautiva hasta la última fibra del corazón.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una de Caperucita

 - ¿Puedo hablarte o me vas a vacilar cómo siempre? - No sé. Prueba... - ¿Estás enfadada? - No. - ¿Y por qué estás tan callada, si tú no te callas ni debajo de agua? - Estoy pensando. - ¿Pensando en qué? - En como le irá a Caperucita con el conejo de Alicia y si seguirá viendo el país de las maravillas. - ¿ En serio piensas en eso? - No. - Que graciosa la nota ¿ Entonces? Algo te ronda la cabeza. - Pienso en el lobo. Tan feroz y no supo retener ni a una niña. Que infeliz ¿no? _ ¿No puedes dejar de vacilarme? - Me cuesta.Te me pones tan a tiro... - ¿ Cuándo será que te hable y me contestes amablemente? Sin pullas, sin que me vaciles. Sin hacerte la lista. Sin dártelas de sabelotodo. Conseguirás que deje de hablarte un día. - ..... ( Silencio). - Lo echas de menos. Te lo noto. Aunque no lo nombres. Aunque ya no seas la misma. Pero lo sigues extrañando. Es eso lo que te pasa. ¿Estoy equivocada? - No. No estás equivocada. - Que raro que me des la razón. Debes de esta...

Se le olvidó mi nombre

Jugueteaba con la bastilla de su vestido, la agarraba, se la enrollaba entre los dedos para luego soltarla y alisarla con la mano con absoluta parsimonia.Llevaba rato haciendo lo mismo, sentada en su sillón con un mullido cojín en la espalda que hacía que su cuerpo se encorvara ligeramente hacia delante. De vez en cuando levantaba la cabeza y me miraba, entonces se ponía muy seria. Yo la miraba buscando en sus ojos algún sentimiento, algún pensamiento dicho en voz alta. Hacía tiempo que no hablaba más que alguna palabra suelta,sin sentido para mí aunque tal vez, con algún sentido para ella. No recuerdo el día en que su pelo se volvió tan blanco, ni de cuando su cara se surcó de arrugas, tampoco recuerdo cuando sus manos, antaño enérgicas y seguras se volvieron quebradizas e inseguras.Lo que sí recuerdo con total nitidez, es el día en que dejó de llamarme por mi nombre, recuerdo la primera vez que me miró y supe que me había convertido en una extraña para ella. Me...

Una sola mirada

Era octubre cuando por primera vez la vio. Tomaba café sentada a la mesa de una cafetería, por la que él solía pasar cada día para ir al trabajo. Desde ese mismo día, cada vez que llegaba a su altura, aminoraba el paso, para poder contemplarla mejor. Siempre tenía la cabeza agachada, una mano sujetando la barbilla y la otra escribía sin parar, en un cuaderno con las tapas en verde. Llevaba tanto tiempo observándola que se sabía de memoria cada detalle de ella. Cuando la dejaba atrás y hasta llegar al trabajo, rememoraba cada cosa que le gustaba de ella. Le gustaba su pelo negro y la forma en que le caía a un lado de la cara, mientras no paraba de escribir. Le gustaban sus manos, estaba seguro que estaban hechas para acariciarle a uno cada centímetro de la piel. Le gustaba la forma en que distraídamente, balanceaba una de sus piernas, casi de forma mecánica. A veces, pensaba en entrar, en hacerse el encontradizo con cualquier excusa, pero no se atrevía. Sólo de p...