Corazón
de gorrión, dentro de una mujer indomable. La pierdo a veces. Cuando se enfada.
Tiene un genio de mil demonios. Es cabezota e imposible de doblegar. No puedo
con ella y se me va. Se me escapa. No logro alcanzarla. No sé en qué rincón, se
esconde. No logro hallarla. Es rara. Creo seriamente, que tiene un punto de
locura. Me vuelve loco, con sus ahora estoy, ahora me voy. No sabe hasta qué
punto, me hieren sus silencios a veces. Tampoco sabe, a qué altura vuelo,
cuando la oigo. No sé por qué la amo. No he tenido tiempo de preguntármelo, desde
que la conozco. Se ha metido en mi mente de tal forma, que solo la pienso a
ella. ¿Qué cómo la conocí? Por casualidad. Quiso el destino caprichoso, ponerla
en mi camino. Un sábado. Desde entonces, me gustan los sábados. A ella también.
Bendito destino ¿no? Soy feliz, cuando la tengo conmigo. E infeliz, cuando se
viste de orgullo e indiferencia. Creo que tiene multitud de trajes. Hay días,
que se cambia varias veces. En ocasiones, la siento tan cercana que casi puedo
tatuar, su presencia a mi piel. Otras en cambio, la noto tan distante que me es
más fácil, alcanzar la luna que alcanzarla a ella. Pero es que la quiero así.
Me gusta así. Desde que la conozco, soy el guardián de su vida entera. No me
apetece otra cosa que protegerla. No es débil, pero me provoca ternura. La
coraza que la envuelve, la deja a mis pies cada vez que la hago mía. Hacerla mía,
es la meta de mis días y mis noches. Desnudarla y dejarla expuesta, a cada
sentimiento que florece. A merced, de cada sensación, Ahí, se entrega sin
medida. En cuerpo y alma. La siento mía
y solo mía. Y es como tener, el corazón de un gorrión en mis manos. Si aprieto
un poco más de la cuenta, me puedo hacer con su vida. Depende de mí. La noto
desarmada. Abre todas las puertas, que cuando está en alerta, tiene cerradas. Su
entrega, es la oportunidad que me brinda y recojo, para coserla a mi alma. Me encanta.
Porque me adueño de ella. De ella que es tan independiente y voluble. Tan fuerte y valiente. Tan tenaz y
cabezota. Y me hago fuerte y la blindo a mi cuerpo. No sé que ocurrirá mañana.
Con ella, nada es certeza. Pero me gusta. Lo mismo, la loca no es ella sino yo.
Jugueteaba con la bastilla de su vestido, la agarraba, se la enrollaba entre los dedos para luego soltarla y alisarla con la mano con absoluta parsimonia.Llevaba rato haciendo lo mismo, sentada en su sillón con un mullido cojín en la espalda que hacía que su cuerpo se encorvara ligeramente hacia delante. De vez en cuando levantaba la cabeza y me miraba, entonces se ponía muy seria. Yo la miraba buscando en sus ojos algún sentimiento, algún pensamiento dicho en voz alta. Hacía tiempo que no hablaba más que alguna palabra suelta,sin sentido para mí aunque tal vez, con algún sentido para ella. No recuerdo el día en que su pelo se volvió tan blanco, ni de cuando su cara se surcó de arrugas, tampoco recuerdo cuando sus manos, antaño enérgicas y seguras se volvieron quebradizas e inseguras.Lo que sí recuerdo con total nitidez, es el día en que dejó de llamarme por mi nombre, recuerdo la primera vez que me miró y supe que me había convertido en una extraña para ella. Me echó al
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