Uno de marzo. Yo aquí y tú allí. Este amor que siento por ti, me empuja cómo la primavera hace con este otoňo, que casi tiene el paňolito blanco en la mano, preparado para agitarlo mientras se despide. Es ilógico amarte así. Desearte así. Aňorarte de este modo. Va más allá de mi voluntad y mi razón. Tremendo este echarte de menos. Brutal lo que siento al pensarte. Uno de marzo.Te amo. Cómo amo el otoño y ahora con más razón. Porque te trajo a mi vida. Porque estás ya, hasta en el crujir de las hojas amarillas que derrocha esta estación. Porque eres el dueňo de todos mis sueños. De todas mis letras. De todo lo que me pertenece, que ahora ya no es mío sino tuyo. Uno de marzo. Te quiero. Otoño dorado y bendito que me hizo dueňa de tu nombre, de tu vida y prisionera de tus anhelos, de tu voz y de todos tus momentos. Te he convertido en historia, para vivirte cuándo estés y leerte cuando te vayas. Uno de marzo. He intentado comer. Misión imposible. Te llevo atravesado en mi garganta.
Jugueteaba con la bastilla de su vestido, la agarraba, se la enrollaba entre los dedos para luego soltarla y alisarla con la mano con absoluta parsimonia.Llevaba rato haciendo lo mismo, sentada en su sillón con un mullido cojín en la espalda que hacía que su cuerpo se encorvara ligeramente hacia delante. De vez en cuando levantaba la cabeza y me miraba, entonces se ponía muy seria. Yo la miraba buscando en sus ojos algún sentimiento, algún pensamiento dicho en voz alta. Hacía tiempo que no hablaba más que alguna palabra suelta,sin sentido para mí aunque tal vez, con algún sentido para ella. No recuerdo el día en que su pelo se volvió tan blanco, ni de cuando su cara se surcó de arrugas, tampoco recuerdo cuando sus manos, antaño enérgicas y seguras se volvieron quebradizas e inseguras.Lo que sí recuerdo con total nitidez, es el día en que dejó de llamarme por mi nombre, recuerdo la primera vez que me miró y supe que me había convertido en una extraña para ella. Me echó al
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