Vuelvo sobre mis pasos siguiendo las huellas que yo misma dejé. Nunca dejé de amarte.Ni un sólo instante. Es más, ni siquiera lo intenté. Con el estómago en un puño y con el miedo en el pulso de mi sien. ¿ Y si no te encuentro? ¿ Y si decidiste marcharte? ¿ Qué haré? ¿ Cómo viviré entonces? ¿ Dónde te busco? Y en mi vuelta voy recogiendo cada dolor que te dejé, cada herida que te provoqué. Recojo tu nombre y vuelvo a hacerlo mío otra vez, sin estar segura de tenerlas todas conmigo.Y me hago dueña de nuevo del sonido de tu voz, sin la certeza de que me des tu permiso. ¿ Y si es demasiado tarde?. ¿ Y si tu dolor es más grande que el amor que me tienes?. Y me invento miles de formas de decirte que me equivoqué. Regreso al lugar dónde casi te maté. El asesino siempre vuelve a la escena del crimen, eso dicen. Y tú estás allí. Herido. Puedo ver cada dolor infringido. Latente en ti. Y no me atrevo a mirarte. Y me da pavor escucharte. Cada palabra tuya es un dardo certero. Que tiran a dar. Y te comprendo. Y aguanto. Porque entre las palabras hirientes, hay te amo dichos y callados. Ocultos y gritados. Y me tiras en la cara mi despedida. Y me gritas que qué derecho tengo yo a privarte de mí, a irme así. Que qué parte no entiendo de que sin mí no eres feliz. Y te acercas y te alejas. Pero estás. Te quedas. Y me abrazas y me apartas. No sabes qué hacer. Pero me amas. Esa es tu perdición y tu bendición. Tu consuelo y tu desconsuelo. Yo soy tu sueño y tu desvelo. Y arrojas mi renuncia a mis pies. No la quieres. Me dices que el amor aguanta, lucha, espera, no se rinde, no se renuncia, no se deja. Que el amor todo lo puede, todo lo supera. Que no hay barrera que no rompas ni mares que no cruces por nuestro amor.Y rompes en mil pedazos la despedida que te dejé. ¿Ves?. ¿ Lo ves? Por eso te amo. Y te amaré.
Jugueteaba con la bastilla de su vestido, la agarraba, se la enrollaba entre los dedos para luego soltarla y alisarla con la mano con absoluta parsimonia.Llevaba rato haciendo lo mismo, sentada en su sillón con un mullido cojín en la espalda que hacía que su cuerpo se encorvara ligeramente hacia delante. De vez en cuando levantaba la cabeza y me miraba, entonces se ponía muy seria. Yo la miraba buscando en sus ojos algún sentimiento, algún pensamiento dicho en voz alta. Hacía tiempo que no hablaba más que alguna palabra suelta,sin sentido para mí aunque tal vez, con algún sentido para ella. No recuerdo el día en que su pelo se volvió tan blanco, ni de cuando su cara se surcó de arrugas, tampoco recuerdo cuando sus manos, antaño enérgicas y seguras se volvieron quebradizas e inseguras.Lo que sí recuerdo con total nitidez, es el día en que dejó de llamarme por mi nombre, recuerdo la primera vez que me miró y supe que me había convertido en una extraña para ella. Me echó al
Comentarios
Publicar un comentario