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La bailarina

Noto al respirar que no hay suficiente aire para mis pulmones. La sensación de ahogo es horrible. Intento tranquilizarme ordenando a mi cerebro que lo haga. Pero tiemblo de miedo. El terror que siento es superior a la voluntad de serenarme. Intento ordenar los pensamientos. Ni siquiera sé dónde estoy. Mis manos buscan en la oscuridad algo que me ayude a ubicarme. Toco metal o algo que se le parece mucho. El temblor es cada vez mayor, la falta de aire me produce pavor.  La cabeza me retumba y el dolor es lacerante en la sien. Me toco sin poder dejar de temblar y siento cómo mi mano se llena de algo viscoso. Sangre sin duda. Intento concentrarme y recordar algo. Fogonazos de imágenes hacen que el dolor de cabeza aumente. Recuerdo que casi estaba por llegar a casa. Oí pasos acelerados detrás de mí. Me giré y lo siguiente que recuerdo es estar dónde quiera que esté ahora. No logro recordar nada más. Bueno. También recuerdo que estudiaba ballet. Soñaba con ser bailarina. Visualizo mis zapatillas rosas con sus lazos de raso. Y lloro. Mi padre me las regaló al cumplir los quince. Y las guardo en el armario. En un lugar visible. Me encanta mirarlas porque me recuerdan a él y a sus ganas porque se cumpliera mi sueño.
El aire lo siento ahora pesado cómo el hierro. Se me cierran los ojos. Con dificultad intento de nuevo situarme. Quiero moverme pero el sitio es muy estrecho. No me da opción a poder cambiar de postura. Golpeo cómo puedo, con los pies, con las manos. Pero no tengo apenas fuerzas y el ruido que produce mi escaso esfuerzo es inferior al sonido de mi respiración. La espalda la tengo congelada. Dios mío. La realidad me golpea con toda la crueldad de la que es capaz. Estoy en una cámara frigorífica. Para cuando llegue el forense tendrá que certificar que no he muerto de un golpe en la cabeza. No le quedará otra…que cambiar la hora de mi muerte.


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