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Destinados a ser

Me rompe en pedazos este deseo por ella. Me rasga el alma. Pero no es sólo deseo de hacerla mía hasta que su piel, no tenga otro olor que el de mi piel. Ni hasta que su garganta no grite otra cosa, que no sea mi nombre. No son estas ganas de poseerla hasta que no pueda ni pensar. No. Ni tampoco es esta locura que me quiebra la cordura, cuándo la imagino derramarse una y otra vez, mientras la poseo como un loco apasionado. No es sólo eso. Es más. Mucho más que eso. Es tenerla conmigo. Apoderarme de su alma. De su vida. De su mundo. Es mirarla a los ojos y decirle que la amo. Es sentirla respirar a mi lado. Es robarle su risa de niña enamorada y guárdala en los más profundo de mí. Es tener su cara a milímetros de la mía y acercarla más y mas, para besarla hasta quedar sin aliento. Es mirarla dormir, mientras le preparo café a su gusto. Es desear salir del trabajo lo antes posible, para volver a verla. Para disfrutarla. Para vivirla. Es querer pasear con ella. Tocarle el pelo. Olerla. Escucharla. Es querer comprarle flores. Cuidarla. Protegerla. Es querer tener sus manos entre mis manos. Adueñarme de toda ella. Dejarla sin salida. Acorrarla en un mundo que me he inventado sólo para ella. Estoy seguro que ella naciò para ser mía y sólo mía. Por los restos de los restos. Hasta que muera yo, o hasta que muera ella. Destinados a ser. Eso somos. Ella es mi niña, mi consentida. Mi amor. Mi pequeña. Hoy se lo he dicho. Le he dicho que quiero que pasemos juntos, el resto de nuestras vidas. Y ella me ha contestado que le duele el estomágo, que si quiero matarla. Así es ella. Nunca dice sí o no. Típico de ella esas frases que me encantan. Y yo...yo creo que es un sí.

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