Si vas a quererme, quiéreme hoy, no mañana. Ni ayer. El ayer no existe y el mañana aún está rezagado en aquella esquina maquillándose, mientras espera paciente hacer su presentación. Quiéreme en este instante, que la vida están llenos de ellos y solemos dejarlos pasar sin darnos cuenta. Quiéreme en este segundo, no al siguiente. Que el tiempo es efímero y desaparece. La vida se convierte en un suspiro, así que no me quieras para siempre, que para siempre es demasiado tiempo y suele hacerse eterno. Y lo eterno tiende a cansarnos. No me quieras con promesas, que las promesas se convierten en cadenas y a veces no soportamos sus ataduras. Quiéreme por hoy. No me quieras a destiempo. Ni en mis ausencias ni en mis silencios. No me quieras cuándo las farolas mueran al amanecer. Ni cuando el sol se pierda por detrás de los tejados. No me quieras cuándo no esté. Quiéreme cuándo te susurre al oído, no cuándo mi voz no te alcance. Ni cuándo me esté vistiendo para marcharme. No me quieras cuándo me tomo un café a solas, ni cuándo cierre los ojos para buscar mis sueños. Quiéreme ahora que estoy contigo. Ahora que llueve, que ya sabes tú que yo soy más de lluvia que de sol. No me quieras cuándo te lanzo un beso de despedida. Quiéreme cuándo nos estemos besando. Hazlo ahora que mis letras son frescas y recién escritas en los papeles de tu alma, no cuándo el paso del tiempo las emborrone. Quiéreme ahora, en este mismo momento...no lo hagas dentro de un rato.
Jugueteaba con la bastilla de su vestido, la agarraba, se la enrollaba entre los dedos para luego soltarla y alisarla con la mano con absoluta parsimonia.Llevaba rato haciendo lo mismo, sentada en su sillón con un mullido cojín en la espalda que hacía que su cuerpo se encorvara ligeramente hacia delante. De vez en cuando levantaba la cabeza y me miraba, entonces se ponía muy seria. Yo la miraba buscando en sus ojos algún sentimiento, algún pensamiento dicho en voz alta. Hacía tiempo que no hablaba más que alguna palabra suelta,sin sentido para mí aunque tal vez, con algún sentido para ella. No recuerdo el día en que su pelo se volvió tan blanco, ni de cuando su cara se surcó de arrugas, tampoco recuerdo cuando sus manos, antaño enérgicas y seguras se volvieron quebradizas e inseguras.Lo que sí recuerdo con total nitidez, es el día en que dejó de llamarme por mi nombre, recuerdo la primera vez que me miró y supe que me había convertido en una extraña para ella. Me echó al
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