Eres hombre hecho ternura que camina para instalarse en mí. Implacable también. Eres un millón de sentimientos que juegan al escondite conmigo. Juraría que eres capaz de hacer que llueva, sólo porque sabes que me gusta la lluvia. Y te quitas los zapatos, para que no pueda oir tus pasos. Para que me coja desprevenida tu llegada. Llegas sigiloso, de puntillas y te cuelas en mi piel y en mi cabeza. No te quiero tan cerca. Me haces sentir vulnerable y no me gusta. Le dí a mis muros más centímetros de grosor, pero tú, cómo un duende mágico, los traspasas. No te paras, nada te frena. Vienes de frente y en cada palabra que te callas, en cada letra que te guardas me haces cada vez más prisionera. Y me atas a ti con cuerdas invisibles. Y lucho por soltarme y a la vez me quedo quieta. Y no quiero y lo deseo. Y te quiero y te reniego. Y te llamo y te aparto. Y te conviertes en mis instantes. En esos que me llevan a la locura. Para luego borrarlos y así no recordarte. Y eres el agua que quiero surcar, pero luego recuerdo que no me gusta navegar. Eres el cielo que quiero alcanzar pero siempre temí a las alturas. Y me convierto en guerrera y libro una lucha sin cuartel conmigo misma. Y tú, que me conoces, dices las palabras justas o no dices nada. Y avanzas. Y avanzas. Hasta que ya no dejas ni un hueco entre los dos. Y tienes el poder en tus manos y me vences. Y aún rendida, vuelvo a levantarme y me rebelo. Para volver a empezar. Y me buscas y me llamas. Y me atraes y me atrapas. Nunca te vas. Aún no estando, nunca te vas. Tu presencia es más fuerte y poderosa que tu ausencia. Y te temo. Y me das miedo. Haces que no me fie de mí. Y me haces perder el control y me lleva horas volver a ser la persona que realmente soy. Y te empujo fuerte. Porque si estás muy cerca, no estoy segura de poder vencerte. Y uso todas las armas de las que dispongo, para poder entrar en tu mente y saber qué es lo que realmente quieres, sientes. Pero a mí me cuesta más trabajo. No poseo el poder que a ti te sobra. A veces, pienso que me amas, pero no lo dices. Creo que te lo callas. Que guardas esas palabras en la punta de tu lengua. Tal vez me equivoque. No lo sé. Tal vez te ame yo. Y no lo admita. Y lo guarde en el mismo sitio dónde lo guardas tú. Esta guerra sin cuartel me agota. No quiero que te conviertas en esa pared contra la que me estrelle. Los golpes así, dejan heridas de muerte, dejan al alma al desnudo, sin corazas, en carne viva, sin protección. Y a mi...me costó media vida cada parte de acero que me protege.
Eres hombre hecho ternura que camina para instalarse en mí. Implacable también. Eres un millón de sentimientos que juegan al escondite conmigo. Juraría que eres capaz de hacer que llueva, sólo porque sabes que me gusta la lluvia. Y te quitas los zapatos, para que no pueda oir tus pasos. Para que me coja desprevenida tu llegada. Llegas sigiloso, de puntillas y te cuelas en mi piel y en mi cabeza. No te quiero tan cerca. Me haces sentir vulnerable y no me gusta. Le dí a mis muros más centímetros de grosor, pero tú, cómo un duende mágico, los traspasas. No te paras, nada te frena. Vienes de frente y en cada palabra que te callas, en cada letra que te guardas me haces cada vez más prisionera. Y me atas a ti con cuerdas invisibles. Y lucho por soltarme y a la vez me quedo quieta. Y no quiero y lo deseo. Y te quiero y te reniego. Y te llamo y te aparto. Y te conviertes en mis instantes. En esos que me llevan a la locura. Para luego borrarlos y así no recordarte. Y eres el agua que quiero surcar, pero luego recuerdo que no me gusta navegar. Eres el cielo que quiero alcanzar pero siempre temí a las alturas. Y me convierto en guerrera y libro una lucha sin cuartel conmigo misma. Y tú, que me conoces, dices las palabras justas o no dices nada. Y avanzas. Y avanzas. Hasta que ya no dejas ni un hueco entre los dos. Y tienes el poder en tus manos y me vences. Y aún rendida, vuelvo a levantarme y me rebelo. Para volver a empezar. Y me buscas y me llamas. Y me atraes y me atrapas. Nunca te vas. Aún no estando, nunca te vas. Tu presencia es más fuerte y poderosa que tu ausencia. Y te temo. Y me das miedo. Haces que no me fie de mí. Y me haces perder el control y me lleva horas volver a ser la persona que realmente soy. Y te empujo fuerte. Porque si estás muy cerca, no estoy segura de poder vencerte. Y uso todas las armas de las que dispongo, para poder entrar en tu mente y saber qué es lo que realmente quieres, sientes. Pero a mí me cuesta más trabajo. No poseo el poder que a ti te sobra. A veces, pienso que me amas, pero no lo dices. Creo que te lo callas. Que guardas esas palabras en la punta de tu lengua. Tal vez me equivoque. No lo sé. Tal vez te ame yo. Y no lo admita. Y lo guarde en el mismo sitio dónde lo guardas tú. Esta guerra sin cuartel me agota. No quiero que te conviertas en esa pared contra la que me estrelle. Los golpes así, dejan heridas de muerte, dejan al alma al desnudo, sin corazas, en carne viva, sin protección. Y a mi...me costó media vida cada parte de acero que me protege.
Comentarios
Publicar un comentario