Pídeme que te quiera y lo haré. Pídeme que te escriba y llenaré tu vida entera de palabras que ni imaginabas que existiesen. Pídeme que te dibuje y pintaré cada momento de tu existencia con trazos inimaginables. Pídeme que te espere y me convertiré en tren parado por el tiempo. Pídeme tiempo y arrancaré las agujas a todos los relojes del mundo. Pídeme un sueňo y me convertiré en el mismo Morfeo. Pídeme una flor y haré que la primavera se convierta en la única estación de tu vida. Dime que quieres ser barco y me transformaré en puerto. Pídeme amor y me personificaré como Eros. Pídeme que te ame y lo haré con absoluta locura. Pídeme un poema y seré la mejor entre todas las poetisas. Pídeme el sol y seré amanecer permanente. Pídeme lo imposible y yo lo haré posible para ti. Pero lástimame una sóla vez y me convertiré en la más amarga de las ausencias y en el más largo de los olvidos, que hayas tenido que soportar jamás.
Se levanta del sillón para alejarse de la soledad que está sentada enfrente. No la llamó y vino sin permiso para quedarse. La mira descarada y hasta parece que se ríe de ella. A su lado sentada está la tristeza, que la mira con esos ojos tan suyos. Se retan entre ellas a ver quién de las dos puede hacerle más daño. María sale y se sienta a la orilla de un mar que se imagina. Donde él vive no hay mar y por eso lo espera allí, sentada en la arena ahora fría mientras mira al horizonte. Se alejó de ella casi sin despedirse, sin darle tiempo a nada. Y la mata cada día con su ausencia. Ella lo llama a cada instante pero se volvió de granito y no la escucha. Se tapa los oídos porque no quiere escucharla. María lo esperará siempre aún consciente de que él jamás regresará. Y llora cada vez que piensa en él. Y suplica para que el dolor que siente en el corazón se le vaya. Y ruega en voz alta y en voz callada que la suelte. Que es su mano la que fuerte y
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