Todos los días el mismo ritual. Desde hacía noventa y tres días. Paraba su bici frente al escaparate y manteniendo el equilibrio sobre ella, se quedaba mirando el libro de tapas azules. " Lo que nunca te dije". Así rezaba el título en letras plateadas. Él, giraba entonces la cabeza y la contemplaba embelesado. La primera vez que la miró a los ojos supo que aquella chica guardaba un mundo entero en aquella mirada. Y él, quería formar parte de ese mundo. La bici adornada de flores. Su vestidito coqueto y el sombrerito a juego que no ocultaba los mechones de su precioso pelo.Y se le venía todo el amor de golpe. Se conocía de memoria el ruido que hacía aquella bicicleta. Entonces, dejaba lo que estaba haciendo y paraba su vida entera para mirarla. Se sabía hasta el número de pecas que tenía su nariz. Y los lunares que adornaban su hombro izquierdo. Siete. Los contaba cada día. Todas las noches se prometía a sí mismo, que cuándo la volviera a ver, saldría y le preguntaría que si estaba interesada en algún libro. Y todos los días, rompía esa promesa. Era incapaz de moverse del sitio. Maldita la cobardía aquella que lo atenazaba. Su padre se lo decía constantemente. Hijo mio, no sé cómo tu madre, pudo parir a alguien tan cobarde como tú. Lánzate, arriésgate, haz lo que sea. Pero no permitas que las oportunidades bailen ante tus ojos y te quedes viéndolas venir. Saca tus manos de los bolsillos y atrápalas. El amor no se hizo para cobardes.
Pero el destino, a veces benévolo, jugaría a favor de ellos y un día él sabría que ella estaba estaba absolutamente enamorada del escritor de " Lo que nunca te dije". Y ella, dejaría de ignorar que el escritor estaba detrás de aquél escaparate.
Pero el destino, a veces benévolo, jugaría a favor de ellos y un día él sabría que ella estaba estaba absolutamente enamorada del escritor de " Lo que nunca te dije". Y ella, dejaría de ignorar que el escritor estaba detrás de aquél escaparate.
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