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Espinas en sus manos

Cuándo lo vi por primera vez supe que venía a por mí. Pisando fuerte, con la seguridad esa que te da tener la razón siempre de tu parte. Orgulloso cómo un sol cuándo prevalece sobre las nubes. La mirada segura y sin bajarla jamás. Alto y fuerte como un junco. Siempre me hacía sentir pequeňa a su lado cuándo me miraba desde su pedestal de rey. Se convirtió para mí en el gran amor de mi vida. En ese amor que creo que sólo se siente una vez. Ese loco y apasionado sentimiento que  traspasa y rompe todos los muros del alma más cerrada. Ahora, años después de casarnos, cuándo escuchaba las llaves en la puerta, siempre me preguntaba de qué manera venía a por mí. Me fijaba en sus manos. Si traía rosas, esas rosas que yo ahora detestaba más que a él, era para implorarme perdón por haberme partido la cara. Si las traía vacías, ya se encargaba él de llenarlas del dolor que me dejaba cuándo terminaba conmigo. Aún no había nacido rosa en el mundo,que pagara lo que aquél hijo de puta me hacía con sus malditas manos.

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