Eres el poeta que derramando letras forma un poema, pretendiendo no dejar que me mantenga en pie. Construyes un puente con tus palabras para que yo lo cruce. Pero me mantengo firme a pesar de mi indecisión. Y guardo mis ganas en el bolsillo de mi vestido. Sé hasta dónde de profundo pueden calar unas palabras. Eres arquitecto capaz de construir besos en versos, caricias en prosa, amor en rimas y deseos en sonetos. Ingeniero de sílabas que crea un mundo entero en una estrofa. Y me atrapas, puede ser. Y lo admito, a ratos lo admito. Pero te diré algo. Si algo he aprendido es que los que escriben son mentirosos. Se inventan ilusiones, palpitar de corazones. Se inventan historias, amor y desamores. Y están completamente locos. Y no te creo. Para nada te creo. Y aunque el alma de un escritor es única y diferente, sigo sin creerte. Será porque cuándo tú jugabas a escribir...ya era escritora yo.
Jugueteaba con la bastilla de su vestido, la agarraba, se la enrollaba entre los dedos para luego soltarla y alisarla con la mano con absoluta parsimonia.Llevaba rato haciendo lo mismo, sentada en su sillón con un mullido cojín en la espalda que hacía que su cuerpo se encorvara ligeramente hacia delante. De vez en cuando levantaba la cabeza y me miraba, entonces se ponía muy seria. Yo la miraba buscando en sus ojos algún sentimiento, algún pensamiento dicho en voz alta. Hacía tiempo que no hablaba más que alguna palabra suelta,sin sentido para mí aunque tal vez, con algún sentido para ella. No recuerdo el día en que su pelo se volvió tan blanco, ni de cuando su cara se surcó de arrugas, tampoco recuerdo cuando sus manos, antaño enérgicas y seguras se volvieron quebradizas e inseguras.Lo que sí recuerdo con total nitidez, es el día en que dejó de llamarme por mi nombre, recuerdo la primera vez que me miró y supe que me había convertido en una extraña para ella. Me echó al
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