Se convirtió en sicario del tiempo. Mató cada segundo de sus días y la mantuvo allí, en esa fotografía. Ella le dijo que no podía ofrecerle lo que él pedía. Y se marchó. Dejándolo expuesto al dolor más insoportable. Y lo único que podía hacer era convertirse en carcelero y hacerla cautiva en aquella fotografía. Y la hacía suya sin tenerla. Sin permiso. Y amaba esos ojos que lo miraban directamente. Aquella mirada que muchas noches sólo le prodigó a él. Y su pelo negro. Y su vestido de gasa. Y el reloj diminuto en su muñeca. Y las piernas bien contorneadas que se adivinaban al traslúz. Y esa sonrisa que descubría la punta de unos dientes blancos. La amaba entera. Y lo mataba su ausencia. Y amaba aquella ausencia por venir de ella. Pero detestaba no haberla podido retener. No supo hacerlo. Ella tenía un mundo entero de miedos en su interior y él aún sabiéndolo, no pudo luchar contra eso. Por más que buscó en el baúl del desván, no encontró las armas precisas. Aún se pregunta, cómo un simple chico corriente cómo él, podría haber luchado contra los cientos de demonios que ella llevaba dentro. No había sabido bajar a las entraňas de aquel infierno y ahora...le tocaba vivir en él.
Jugueteaba con la bastilla de su vestido, la agarraba, se la enrollaba entre los dedos para luego soltarla y alisarla con la mano con absoluta parsimonia.Llevaba rato haciendo lo mismo, sentada en su sillón con un mullido cojín en la espalda que hacía que su cuerpo se encorvara ligeramente hacia delante. De vez en cuando levantaba la cabeza y me miraba, entonces se ponía muy seria. Yo la miraba buscando en sus ojos algún sentimiento, algún pensamiento dicho en voz alta. Hacía tiempo que no hablaba más que alguna palabra suelta,sin sentido para mí aunque tal vez, con algún sentido para ella. No recuerdo el día en que su pelo se volvió tan blanco, ni de cuando su cara se surcó de arrugas, tampoco recuerdo cuando sus manos, antaño enérgicas y seguras se volvieron quebradizas e inseguras.Lo que sí recuerdo con total nitidez, es el día en que dejó de llamarme por mi nombre, recuerdo la primera vez que me miró y supe que me había convertido en una extraña para ella. Me echó al
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