Pienso... que no se puede exigir nada que no se esté dispuesto a dar. Que las explicaciones no valen a quién no escucha. Que la gente desconfiada no es de fiar. Que quién piensa mal antes de tiempo, no merece la pena como persona. Que detesto la gente que cree estar en posesión todo el rato de la verdad. Que a veces una se tiene que plantear que si por lo que está luchando le sale rentable al corazón. Que a veces se gana más dejando a alguien en su error que intentar convencerlo de algo que de antemano te va a costar sacar toda la artillería pesada. En fin... pensaba en voz alta..
Se levanta del sillón para alejarse de la soledad que está sentada enfrente. No la llamó y vino sin permiso para quedarse. La mira descarada y hasta parece que se ríe de ella. A su lado sentada está la tristeza, que la mira con esos ojos tan suyos. Se retan entre ellas a ver quién de las dos puede hacerle más daño. María sale y se sienta a la orilla de un mar que se imagina. Donde él vive no hay mar y por eso lo espera allí, sentada en la arena ahora fría mientras mira al horizonte. Se alejó de ella casi sin despedirse, sin darle tiempo a nada. Y la mata cada día con su ausencia. Ella lo llama a cada instante pero se volvió de granito y no la escucha. Se tapa los oídos porque no quiere escucharla. María lo esperará siempre aún consciente de que él jamás regresará. Y llora cada vez que piensa en él. Y suplica para que el dolor que siente en el corazón se le vaya. Y ruega en voz alta y en voz callada que la suelte. Que es su mano la que fuerte y
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