Ir al contenido principal

Las dos medias Lunas


Cuenta la leyenda que se enamoraron y se amaron en una playa dónde pasaban las vacaciones por primera vez, aún mucho antes de que lo admitiesen realmente.  El amor que sentían el uno por el otro era tan intenso como el sol de aquellos días de verano. Les quemaba en todos y cada uno de sus poros. Cuando hacían el amor, simplemente se devoraban. Cada abrazo dolía. Cada caricia dejaba un reguero de fuego. Cada beso dejaba una marca. Porque más que besarse, se mordían. Cada gemido viajaba y  se introducia en lo más profundo de ellos.  En un acuerdo tácito y callado decidieron que aquello les marcara de por vida. 
Eran tan iguales, que pensaban que ya se habían conocido en otro lugar, en otra parte, quizás en otra vida.  No necesitaron decirse nunca, que aquello duraría lo que tarda el verano en convertirse en  otoño. Y que los pedazos de aquél amor caerían al suelo, como esas hojas que el otoño regala. 
Demasiadas cosas les separaban. Pero aún así, prefirieron vivir aquello con intensidad y así poder guardar aquél recuerdo mutuamente durante toda la vida.
Una vida que tal vez vivirían por separado. Fingiendo amar a otras personas, viviendo diferentes historias. Ocultando las caricias que quedarían grabadas en sus pieles como tatuajes, con otras caricias. Mirando otras miradas. Oliendo otros olores. Tomando café que ya no sabrían nunca igual. Besando otros labios. 
Pero estarían unidos siempre por un mismo pensamiento. Un mismo deseo. Un mismo anhelo. Un mismo sueño. 
Quizás hubiese otra vida dónde volverían a encontrarse. 
Dicen que enterraron en la arena dos colgantes en forma de media luna, cada cual con la inicial de sus nombres grabados por detrás. Y dos notas que sólo leerían si regresaban a aquél lugar. Se prometieron que si alguno de ellos regresaba algún día, lo haría saber desenterrando la media luna del otro.
Se comenta que pasaron los años y que dos niños jugando un día, encontraron la media luna de él. En una caja de lata que el tiempo había oxidado. Dentro de la caja una nota. "Fuiste tan mia, que aún no regresando nunca, siempre serás mia. De nadie más. Porque no encontrarás a nadie que te toque el alma como lo hice yo. Mantengo la esperanza de encontrarte un día. En una de las cafeterías de la plaza San Marcos. Me mudaré allí. Porque tengo la certeza de que cuando puedas escapar, irás allí. Ese siempre fué tu sueño. Y me consta, que luchas por tus sueños".
Se sabe también que se encontró la medía luna de ella. Y una nota. 
" Me hiciste tan tuya, que ya no seré capaz de ser de nadie más. Te quedaste tan impreso en mí, que ya mi olor nunca fue, sino tu olor. Seguiré las piedrecitas que dejen el camino de tu vida para hallarte. Sabes cuál es mi sueño. Y así me cueste la vida, lo haré realidad.
No se sabe si esta leyenda es verdadera o sólo fue el producto de la imaginación de algún soñador. 
Pero dicen que si vas a la Plaza San Marcos,  y sabes buscar bien, encontrarás una cafetería con el nombre de " Las dos medias Lunas". Y que si te fijas bien, hasta puedes ver, las dos medias lunas originales unidas por una misma cadena.

Comentarios

  1. No hay elogios, ni necesito ser adivina para saber que en tu vida el éxito es el pan de cada día. No es por que la vida te sonría sino por que en tu alma hay colores como estrellas. Y acumulas tesoros como plusvalía, como son las flores de tu corazón... Genial!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Por comentarios como los tuyos, es que merece la pena escribir. Gracias preciosa mia!!

      Eliminar
  2. Me ha cautivado tu historia, es preciosa Manuela. Desbordada de amor y ternura, me encantaaaaaa.
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias çompañera. Ya sabes cm escribo. Me encanta q te encante. Y q te llegue lo q intenté o conseguí plasmar. Un besazo!!

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Una de Caperucita

 - ¿Puedo hablarte o me vas a vacilar cómo siempre? - No sé. Prueba... - ¿Estás enfadada? - No. - ¿Y por qué estás tan callada, si tú no te callas ni debajo de agua? - Estoy pensando. - ¿Pensando en qué? - En como le irá a Caperucita con el conejo de Alicia y si seguirá viendo el país de las maravillas. - ¿ En serio piensas en eso? - No. - Que graciosa la nota ¿ Entonces? Algo te ronda la cabeza. - Pienso en el lobo. Tan feroz y no supo retener ni a una niña. Que infeliz ¿no? _ ¿No puedes dejar de vacilarme? - Me cuesta.Te me pones tan a tiro... - ¿ Cuándo será que te hable y me contestes amablemente? Sin pullas, sin que me vaciles. Sin hacerte la lista. Sin dártelas de sabelotodo. Conseguirás que deje de hablarte un día. - ..... ( Silencio). - Lo echas de menos. Te lo noto. Aunque no lo nombres. Aunque ya no seas la misma. Pero lo sigues extrañando. Es eso lo que te pasa. ¿Estoy equivocada? - No. No estás equivocada. - Que raro que me des la razón. Debes de esta...

Una sola mirada

Era octubre cuando por primera vez la vio. Tomaba café sentada a la mesa de una cafetería, por la que él solía pasar cada día para ir al trabajo. Desde ese mismo día, cada vez que llegaba a su altura, aminoraba el paso, para poder contemplarla mejor. Siempre tenía la cabeza agachada, una mano sujetando la barbilla y la otra escribía sin parar, en un cuaderno con las tapas en verde. Llevaba tanto tiempo observándola que se sabía de memoria cada detalle de ella. Cuando la dejaba atrás y hasta llegar al trabajo, rememoraba cada cosa que le gustaba de ella. Le gustaba su pelo negro y la forma en que le caía a un lado de la cara, mientras no paraba de escribir. Le gustaban sus manos, estaba seguro que estaban hechas para acariciarle a uno cada centímetro de la piel. Le gustaba la forma en que distraídamente, balanceaba una de sus piernas, casi de forma mecánica. A veces, pensaba en entrar, en hacerse el encontradizo con cualquier excusa, pero no se atrevía. Sólo de p...

Los guantes nuevos (Cuento de Navidad)

Las calles se engalanan y las luces de mil colores estallan en mi retina. La música que se desprende de algún sitio llega hasta mí. Villancicos de siempre, letras ya conocidas. La navidad no es como antes.  No hay gente cantando por las calles. Hasta el olor ha cambiado. Observo a las personas caminar, con la cabeza gacha y el andar apresurado. Siempre llevan prisa. Desde mi pedestal no hago otra cosa que mirar, observar. Apenas me ven, soy una estatua que se mueve por dinero. No es que me guste la Navidad, hace tiempo que dejé de creer en la magia que algunos creen que tiene. Pero me vienen bien esta fechas.  A la gente que no les preocupa nada ni nadie en todo el año, les nace un sentimiento pasajero, efímero y  bondadoso que les hace tirarme alguna moneda.  Ya está. Se van felices porque ese gesto callan sus conciencias.  Me miran con la lástima que en otro mes cualquiera cambian por desprecio. Me gusta la Navidad simplemente porque ...