Fernando Galiano es cardiólogo y después de un día particularmente duro, se encamina a la salida del hospital pensando sólo en llegar a su casa y descansar.
Se siente extenuado.
Se dirige hacia el aparcamiento y casi cuando le va a dar al mando para abrir el coche, suena el teléfono móvil.
- Fernando, ¿ Has salido ya ?
- Casi estoy en el coche María ¿ Por qué?
- Vuelve por favor, acaba de entrar un señor de extrema gravedad. Lo hemos llevado al quirófano cinco.
La voz de María suena con urgencia.
Sin pensárselo dos veces da media vuelta y sale corriendo hacia el interior. Ya en la unidad de cardiología, se dirige al quirófano cinco y mientras María le va atando la bata., él lee el informe
:Edad: Cuarenta y un año.
Nombre: Alberto Montero.
Se para de golpe, tanto que María no se lo espera y choca contra él.
- Fernando, ¿ Te encuentras bien?
- Perdona...
Abre con fuerza la puerta de quirófano y lo ve. Tendido en la mesa de operaciones. Es él.
- Tranquilo, juro que aunque sea lo último que haga en mi vida, te sacaré de aquí.
María enarca las cejas en señal de sorpresa. Nunca lo había visto así pero se limita a ayudarlo sin comentar nada.
Después de tres horas en las que tuvo que enfrentar a la muerte casi de cara, Fernando sale del quirófano satisfecho. Se da una ducha y hace tiempo para que Alberto despierte.
Ya a los pies de la cama Fernando ve que Alberto abre los ojos.
Se encuentran de frente las miradas. Fernando sonríe y Alberto sin poder apartar la vista le dice
-¿ Usted es el que me ha operado?
- Sí
- Muchas gracias.
- No me des las gracias, es mi trabajo.
El cariz que toma las facciones de Alberto le dicen que lo ha reconocido y casi al unísono los dos recuerdan lo pasado dieciséis años atrás.
Fernando dormía cuando se declaró un incendio en el orfanato donde había transcurrido toda su vida.El fuego lo estaba asfixiando y las llamas luchaban por alcanzarlo cuando Fernando se sintió transportado por un bombero.
- Tranquilo chaval, juro que aunque sea lo ultimo que haga en mi vida, te sacaré de aquí.
El niño tosía con fuerza a causa del humo. Sentía que los pulmones le iban a estallar de un momento a otro.
Su salvador le puso su propia mascarilla arriesgándose por él y más que sentirse aliviado se sintió profundamente conmovido y agradecido.
En sus doce años de vida nadie había hecho nada por él gratuitamente. Ya a salvo y en la calle lo depositó en la camilla de la ambulancia que ya lo estaba esperando. Cuando el bombero le quitó la mascarilla el niño le dijo con un hilo de voz:
: - Muchas gracias...
- No me des las gracias, es mi trabajo.
Al darse la vuelta para marcharse, sintió que la mano del chiquillo le agarraba la chaqueta del uniforme.
- ¿ Cómo te llamas?
- Alberto Montero ¿ y tú?
- Fernado Galiano . No me olvidaré de tu nombre jamás. ... juro que aunque sea lo último que haga en mi vida, algún día yo también te salvaré a ti.
El bombero sonrió con toda la ternura que aquella frase le provocó y se marchó no sin antes acariciarle el cabello.
- Te pondrás bien Chaval.
Es muy probable que la vida te devuelva todo aquello bueno que hayas hecho alguna vez.
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