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El cazador de zorras


Me levanté como pude con el cuerpo dolorido, un hilillo de sangre me caía por la comisura de los labios debido al fuerte puñetazo que él me propinó. Me costaba respirar, las costillas las tenía profundamente lastimadas y magulladas, así como lastimada y magullada tenía el alma.
Vivía con un monstruo que temía al caer la noche.
¿Cuántos años llevaba así? Para mí muchos, para mis huesos muchos más.
-Mami... mami, ¿qué te ha pasado? Por qué tienes sangre?.
El corazón se me partió en mil trozos al escuchar la voz de mi hijo preguntándome aquello. Yo siempre lo mantuve al margen e hice todo lo que había estado en mis manos para que aquel ángel no sufriera, hasta esa noche.
Lo acuné en mis brazos, en mi regazo, quise fundirme con él.
-No pasa nada corazón mio, la mami se ha caído.
-Mami, ven al cuarto de baño que yo te curaré.
El monstruo pasó por mi lado murmurando:
-El día menos pensado mato a esta zorra.
-Mami, ¿ por qué papá dice que matará a una zorra?- preguntó con los ojos abiertos como platos.
-Ya sabes vida mía que a papá le gusta cazar, se refiere a un animal.
-Pobrecito el animal, mami me da pena, dile que no lo mate por favor.
-Yo se lo diré mañana, no te preocupes tú por eso mi bebé querido.
Abrió el grifo del lavabo y mojando un poco de papel higiénico me limpió los labios y con toda la inocencia que da tener cinco años depositó un beso en mi herida como colofón a la cura.
-¿A qué ya estás mejor mami?
-Sí mi vida, mucho mejor.
-De mayor quiero ser médico para curarte mejor mami.
-Serás médico, pero a mí no tendrás que curarme nunca más.
Por más que me resistí no pude evitar que las lágrimas me visitaran.
-Mami, no llores, ya verás que mañana cuando te levantes ya no te duele.
Nos fuimos a la cama y allí acurrucaditos uno junto al otro, le conté un cuento. Un cuento donde le hablaba de bellas princesas que son rescatadas por gentiles príncipes.
Esperé a que el monstruo se durmiera para levantarme. Cogí una manta, envolví a mi hijo en ella y salí dejando atrás a mi verdugo.
-Escúchame corazón mío, te llevaré con la abuelita y te quedarás allí hasta que yo regrese. Quiero que jamás olvides de que la mami te quiere con toda el alma. ¿Lo recordarás?
-Sí mami, lo recordaré. ¿Le has dicho a papa que no mate a la zorra?
-Sí, mi amor, ya papá no saldrá a cazar más, te lo prometo.
El golpe de la maza del juez me transporta a la realidad.
Sentada en el banquillo estoy tranquila porque no le mentí a mi hijo, el cazador ya no saldría a cazar jamás.




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