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De manta, unos cartones


Allí en el suelo duro de una calle cualquiera la veo dar vueltas y más vueltas tratando de acomodarse para poder conciliar el sueño. Un sueño que quizás por unas horas la transportará a un mundo diferente del que vive actualmente. He visto como ha recogido unos cartones que le servirán de manta esta noche y he visto cómo ha despreciado otros.
Ayer pude hablar con ella, no me fue fácil hacerlo, es huraña y solitaria. Me dijo que tenía cuarenta y cinco años pero aparenta quince más, comentario que por supuesto me callé. Si me acerco y la miro detenidamente casi le puedo contar las arrugas de su cara, que más que arrugas me parecen surcos. Surcos profundos que recogen todas y cada una de sus penas. Su mirada contiene un pozo de tristeza, como tristeza guarda igualmente su alma.
Sé que ha debido de sufrir muchísimo, se le noto en su aspecto, en la cansina forma que tiene de caminar, en esa manera de mirar que tiene.
Me cuenta con esa voz que parece desgarrarle la garganta que está cansada de la vida, cansada del asco que sabe produce y cansada del desprecio en las miradas de la gente. Me dice que lo que más desea en este mundo es que para ella no haya otro mañana.
Me agradece que sea yo la única persona que en muchos años se digne a fijarse en ella y le dirija la palabra. Me relata que su vida no fue siempre así, que hubo un tiempo en que aunque fugazmente fue feliz y que las causas que la llevaron a convertirse en una indigente no me las decía porque consideraba que era lo único que le pertenecía y que si me lo contaba ya no tendría nada.
Terminó diciéndome que yo probablemente tampoco lo entendería... Me despedí de ella con una sonrisa y le apreté el brazo en señal de amistad.
Veo que por fin se ha podido dormir, me alegro por ella.
Me acerco y recojo los cartones que ella antes despreció. Lo mismo me pueden servir  a mí para cobijarme del frío. Una noche más rezaré antes de dormirme para que la puntera de una bota no me de en la espalda, mientra que una voz profunda y desagradable diga " señora márchese, aquí no se puede estar".


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