Ir al contenido principal

El corazón debería dar opciones



Nunca supe cómo ponerle rejas al corazón. Soy algo despistada y seguro que pierdo las llaves si le pongo candado. Debería de tener alto y seña para impedir que alguien que no te va a amar, ponga sus pies en él. O tener a mano ladrillos fuertes para poder construir tu propia fortaleza. Y hacerlo inquebrantable. O ponerle muros de acero blindado. O al menos un timbre para que puedas saber antes de abrir, quién es el que llama. Pero yo no lo tengo así. Esto no funciona así. Y entonces vino él. Y cómo huésped se instaló en el silloncito blanco que había puesto cuidadosamente y con esmero en un rincón. Ni siquiera se descalzó, y cada vez que se levanta me hace daño su caminar ausente. Con la mente en otra parte, en otra persona. Sin quererlo yo ni pretenderlo él. Ahora permanece en mi corazón, pero no en mi vida.Y me llena de ausencias la existencia. Sufre por otro amor. El dolor que siente le impide acercarse a mí. Soy su amiga. Su consejera. Soy su pañolito blanco de lágrimas. Que deja de ser blanco, cuando lo va llenando de dolor por otra. Ese amor lo dejó seco y es incapaz de olvidarla. Ya dudo entre que la ame o de que sea su ego herido, el que le impida desterrarla en el olvido. Le he dicho que lo amo, no he podido contenerme y se lo he confesado. Que esperaré el tiempo que sea necesario. Cómo si esperar a que te amen fuese lícito y normal. Cómo si fuese de recibo mendigar un querer. El amor se siente o no se siente. Te tumba o ni te roza. Te rompe los esquemas o ni se acerca. Le he dicho que me conformo con quererlo sólo yo. Pero es mentira. Le miento y me miento. No me conformo. No me resigno. Y aquí estoy yo. Partiéndome el alma en pedazos mientras intento recoger los trozos de la suya herida. Dejando mi corazón desangrarse, mientras busco en el botiquín de primeros auxilios cómo curar el de él. Callándome mis propias palabras para escuchar las suyas. No le he dicho que esto está acabando conmigo. Me pregunto qué precio tendré qué pagar por esta espera. Ni siquiera sé si valdrá la pena ir deshojando hoja a hoja esta agonía que me consume. Y lo amo y me siento idiota. Y lo espero y me siento estúpida.Tampoco sé, si para cuándo él se quiera dar cuenta de todo esto, sea demasiado tarde y mi corazón haya colgado el cartel de "se muda".

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una de Caperucita

 - ¿Puedo hablarte o me vas a vacilar cómo siempre? - No sé. Prueba... - ¿Estás enfadada? - No. - ¿Y por qué estás tan callada, si tú no te callas ni debajo de agua? - Estoy pensando. - ¿Pensando en qué? - En como le irá a Caperucita con el conejo de Alicia y si seguirá viendo el país de las maravillas. - ¿ En serio piensas en eso? - No. - Que graciosa la nota ¿ Entonces? Algo te ronda la cabeza. - Pienso en el lobo. Tan feroz y no supo retener ni a una niña. Que infeliz ¿no? _ ¿No puedes dejar de vacilarme? - Me cuesta.Te me pones tan a tiro... - ¿ Cuándo será que te hable y me contestes amablemente? Sin pullas, sin que me vaciles. Sin hacerte la lista. Sin dártelas de sabelotodo. Conseguirás que deje de hablarte un día. - ..... ( Silencio). - Lo echas de menos. Te lo noto. Aunque no lo nombres. Aunque ya no seas la misma. Pero lo sigues extrañando. Es eso lo que te pasa. ¿Estoy equivocada? - No. No estás equivocada. - Que raro que me des la razón. Debes de esta...

Una sola mirada

Era octubre cuando por primera vez la vio. Tomaba café sentada a la mesa de una cafetería, por la que él solía pasar cada día para ir al trabajo. Desde ese mismo día, cada vez que llegaba a su altura, aminoraba el paso, para poder contemplarla mejor. Siempre tenía la cabeza agachada, una mano sujetando la barbilla y la otra escribía sin parar, en un cuaderno con las tapas en verde. Llevaba tanto tiempo observándola que se sabía de memoria cada detalle de ella. Cuando la dejaba atrás y hasta llegar al trabajo, rememoraba cada cosa que le gustaba de ella. Le gustaba su pelo negro y la forma en que le caía a un lado de la cara, mientras no paraba de escribir. Le gustaban sus manos, estaba seguro que estaban hechas para acariciarle a uno cada centímetro de la piel. Le gustaba la forma en que distraídamente, balanceaba una de sus piernas, casi de forma mecánica. A veces, pensaba en entrar, en hacerse el encontradizo con cualquier excusa, pero no se atrevía. Sólo de p...

Los guantes nuevos (Cuento de Navidad)

Las calles se engalanan y las luces de mil colores estallan en mi retina. La música que se desprende de algún sitio llega hasta mí. Villancicos de siempre, letras ya conocidas. La navidad no es como antes.  No hay gente cantando por las calles. Hasta el olor ha cambiado. Observo a las personas caminar, con la cabeza gacha y el andar apresurado. Siempre llevan prisa. Desde mi pedestal no hago otra cosa que mirar, observar. Apenas me ven, soy una estatua que se mueve por dinero. No es que me guste la Navidad, hace tiempo que dejé de creer en la magia que algunos creen que tiene. Pero me vienen bien esta fechas.  A la gente que no les preocupa nada ni nadie en todo el año, les nace un sentimiento pasajero, efímero y  bondadoso que les hace tirarme alguna moneda.  Ya está. Se van felices porque ese gesto callan sus conciencias.  Me miran con la lástima que en otro mes cualquiera cambian por desprecio. Me gusta la Navidad simplemente porque ...