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Las ocho y cuarto pasadas

El reloj de la estación, marca las ocho y cuarto pasadas. Te has ido,  y creo que no te he dicho te quiero, las veces suficientes. Lo noto, porque me bullen en el pecho esas palabras, como mariposas aleteando descontroladas. Y me duelen. También creo que no fuiste mía, bastantes veces. A los días, les han faltado horas para amarte. Y las noches, han pasado demasiado rápidas. Así lo siento, porque ardo en deseos de ti, aún. En este instante. Y me quema en el estómago, estas ansias no saciadas.
Creo que no he prendido de tu  pelo, las veces suficientes los rayos de esa luna que nos ha acompañado, este fin de semana. Por más que he tratado de hacer y de decir. Por más que he intentado vivirte en cada momento. Por más que he querido hasta  beberte, me he quedado con la sensación de que no ha sido suficiente. Me ahogan, todos los te amo en la garganta, a pesar de los cientos de veces que te lo dije en susurros, a gritos y a gemidos. Sé, que el momento de partir llegaría. Teníamos las horas contadas. Me consuela saber que regresarás. Pero ahora, me toca aprender a estar sin ti y a soportar este silencio, que me aprieta con manos fuertes y obstinadas, el corazón. No queda nadie en esta estación solitaria y vacía. Solo queda mi soledad, el sonido del tren que te lleva y yo. Y esta tristeza, que cubre de gris el paisaje de mi vida, sin tu risa y tus manos. Sin el olor a champú, de tu pelo. Sin la chispa de tu mirada y sin el sonido de tu risa.
Te he apretado contra mí y, me ha costado medio mundo, soltarte y dejar que te marcharas. Y el otro medio mundo se me ha roto en pedazos, entre los raíles de ese tren, que te aparta de mi lado. Que te aleja, a kilómetros de mí. Tu esencia se me ha escapado de entre los dedos. Como arena fina. Hace apenas unos minutos que te has ido y, ya me está matando el dolor de no olerte, no tenerte y no respirarte. El tren se ha convertido, en el enemigo implacable que me ha derrotado. Sin darme cuartel y sin piedad alguna.
Qué paradoja. Las horas han volado a tu lado, te me has ido en un suspiro, en un tris, en un visto y no visto. Y ahora resulta, que este maldito reloj, aún marca las ocho y cuarto pasadas.


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