Ya me dijeron que había gente que se apropiaba de lo ajeno. De lo que no era suyo. Hoy en día no te puedes fiar ni de tu propia sombra. Mi madre siempre me lo decía, hija mía no seas tan confiada. Y yo erre que erre, dejando las puertas de par en par y las ventanas abiertas. Y claro. Así pasó lo que pasó. Que vino el muy bandido y se apoderó de todo lo que era mío. Sin permiso. Sin llamar siquiera. Con toda la caradura que el chaval posee. Me ha robado hasta el alma y yo que creía que esa la tenía a buen recaudo. Y el corazón, que aunque no lo tenía guardado, tampoco es que lo tuviese expuesto en un tenderete, ahí a la vista de todos y al alcance de cualquiera. Y no crean que el chico está preocupado, que va. Se ha quedado más ancho que pancho el maldito condenado. Y ahí está todo feliz y sin condena alguna. Y se lleva mis besos con su boca traicionera. Y me roba las caricias con sus manos ladronas. Manos expertas. Y deja huella, porque no crean que no tiene el descaro de no usar guantes para ocultar su delito. No, no. Lo que yo os diga. No me he cruzado nunca con nadie que le sobre tanta desfachatez. Y hasta me sonríe cuando se apropia de mi nombre y lo hace suyo. Pero si hasta por robar me ha robado la vida, que ahora no soy capaz de que sea vida si no está él. Alucino. El chico lleva el delito en la sangre, porque roba flores a la primavera y me las entrega por sorpresa. Y le roba tiempo al tiempo y me lo dedica. Y se apropia de las letras de un poema y me lo recita. Y me regala mil y una formas de decirme que me ama. Un ladrón descarado, pero generoso. Una cosa a su favor sí tengo que decir, porque no es cuestión de pecar de injusta. Que me encanta. Y que yo también lo amo. En fin...que he decidido no denunciarle.
- ¿Puedo hablarte o me vas a vacilar cómo siempre? - No sé. Prueba... - ¿Estás enfadada? - No. - ¿Y por qué estás tan callada, si tú no te callas ni debajo de agua? - Estoy pensando. - ¿Pensando en qué? - En como le irá a Caperucita con el conejo de Alicia y si seguirá viendo el país de las maravillas. - ¿ En serio piensas en eso? - No. - Que graciosa la nota ¿ Entonces? Algo te ronda la cabeza. - Pienso en el lobo. Tan feroz y no supo retener ni a una niña. Que infeliz ¿no? _ ¿No puedes dejar de vacilarme? - Me cuesta.Te me pones tan a tiro... - ¿ Cuándo será que te hable y me contestes amablemente? Sin pullas, sin que me vaciles. Sin hacerte la lista. Sin dártelas de sabelotodo. Conseguirás que deje de hablarte un día. - ..... ( Silencio). - Lo echas de menos. Te lo noto. Aunque no lo nombres. Aunque ya no seas la misma. Pero lo sigues extrañando. Es eso lo que te pasa. ¿Estoy equivocada? - No. No estás equivocada. - Que raro que me des la razón. Debes de esta...
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